UN REY EN CORDOBA
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(PARTE 2)

Por Alejandra Correas Vázquez


EL TRIBUNAL de CARLOS V
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El príncipe diaguita don José Antonio Deiqui va a pie rumbo al Alto Perú... Lo acompaña un séquito en silencio. No lo detendrán los caminos. Ni el vacío de las pampas ni el abismo de las quebradas. Ni tampoco la soledad de la Salina Grande. No se inmutará ante el frío de las noches a la intemperie o la resolana de los mediodías ardientes. Y será esta distancia impresionante hecha a pie sin un solo desaliento, con capacidad de entrega a una consigna, la contienda mayor y el mejor triunfo logrado por esta antigua Dinastía Diaguita, aclimatada ya a la ciudad de Córdoba del Tucumán, luego de transcurridas varias generaciones, e identificada con su sociedad universitaria.

Su alteza Don José Antonio Deiqui repite insistentemente con la fuerza erudita de su formación cultural , sólida, recibida por manos de sus preceptores Jesuitas:

—“¡Me corresponde ser amparado por el Fuero de los Nobles!”

Tendrá cuando llegue allá un interlocutor válido : Los Oidores de la Real Audiencia de Charcas. Encontrará nuevamente ese estilo que él añora. Que se halla ahora debilitado en Córdoba luego de la expulsión de los Jesuitas, sus mentores. Que se ha ausentado del Tucumán fragmentado y desarticulado, partido en pedazos, como todo el Virreinato del Perú de antaño.

Porque los nuevos amos Borbones que rigen ahora al Imperio Español de Ultramar, a pesar de sus celos y rivalidades contra los Austrias, a quienes han sucedido ...¡No dejarán que se extinga Charcas! Han comprendido que la ciudad de los tres nombres (Charcas, Chuquisaca, La Plata y en el futuro también Sucre, para seguir siendo la “ciudad de los muchos nombres” a quien sus habitantes de hoy prefieren llamar “Charcas La Blanca”) , ...debe continuar vigente y vigilante para preservar la vida civilizada.

De toda la gran gama de transformaciones que esta nueva dinastía española provocó... De todo ese cúmulo de sorpresas que aún sacuden a los hispanoamericanos con la llegada de Casa Borbón reemplazando a la Casa Habsburgo… Quedó empero algo intocable : la Real Audiencia de Charcas.

Tribunal Mayor independiente de los Virreyes, con “fuero propio” otorgado en el siglo XVI por Carlos V Emperador, que lo constituía en una herramienta de gobierno. Su fuero, de acuerdo a cláusulas, sólo podía admitir el veto real o imperial. Además la elegida selección de sus Oidores y las exigencias a la que ellos mismos estaban sometidos, durante su período de residencia en el Alto Perú, da por sentado el interés que esta destacada “Real Audiencia de Charcas”, concita y conlleva en tiempos de su Alteza Deiqui.

Y hacia ella va José Antonio Deiqui ...caminando. Cruza esteros y montañas. Salinas y pampas. Ha partido desde las verdosas chacras cordobesas que le pertenecen, hasta el altiplano altoperuano a cuatro mil metros de altura, en busca de este tribunal máximo de última instancia.

EL POLÍTICO
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Su Alteza Don José Antonio Deiqui avanza a pie en 1795 por quebradas serranas. Por picachos altivos como él. Se introduce en desiertos salinos y atraviesa campos de tierra roja. Poblaciones. Grandes y pequeñas. Ciudades. Ríos. ...Va a pie. Lo sigue un séquito. Lo acompañan de a trecho. Se suman otros. Quedan en el camino los anteriores. Su peregrinaje insólito en pleno siglo XVIII y en sus postrimerías, cuando el mundo entero está asombrado con la Revolución Francesa, esperando el advenimiento de Napoleón y la era del Progreso se aproxima con pasos agigantados, en este año de 1795 …nos parece un antecedente notable de Gandhi en el “camino de la sal”.

El largo trayecto no lo detiene. Ni la pampa ni la montaña. Ni el poderoso Altiplano con sus paredones cortantes. El continúa a pie por el viejo camino de las llamas y de los Incas. Luego de haber atravesado a pie todo el centro y el norte argentino, como todo cordobés convencido de un propósito firme. Este príncipe diaguita que fuera respetado como tal por los códigos del anterior Virreinato del Perú, se halla en este momento muy solo. No tiene en esta mañana de 1795 respaldo político. Lo tuvo siempre. Nació con él. Lo tuvo su familia. Y Todos en Córdoba del Tucumán le deben mucho —demasiado a los Malfin— para ser él ignorado. Para pasar por alto sus reclamos de legalidad, tal como lo vemos manifestarse en todo momento. Y en el Alto Perú donde están los archivos coloniales, su palabra será oída por arriba de las autoridades borbónicas que recién comienzan su vida. Que no tienen todavía experiencia de gobierno en Sudamérica.

Don José Antonio posee esa altivez, ese orgullo de casta, que son comunes en aquel tiempo a nobles incásicos y diaguitas. A Tupac Amarú, a José Gabriel Condarconqui Tupamaro o a nuestro personaje... el Príncipe Deiqui.

Sus escritos y réplicas son de un elegante estilo. Es él, además, un hombre de los claustros jesuíticos, como todo hijo de príncipe. Cultísimo. Erudito. Brillante. Y conocedor perfecto de las leyes a nivel académico. Habla latín. Se expresa con oratoria. Ha sido preparado por la Universitas Cordubensis Tucumanae, para servirla y honrarla, como todo cordobés de vieja alcurnia. No podrán avasallarlo. El pasará por arriba de todos cuantos se le opongan.

Es además uno de los últimos príncipes americanos puros (“sin mezcla de otra raza”, como atestigua él mismo). Pues la pureza de linaje era una exigencia de la autoridad colonial para ejercer el cargo de Curaca... Y atraviesa a pie un territorio inmenso (casi un medio continente) caminando con su dignidad y su prestancia, pero sin los antiguos honores que antes le correspondieran, porque tiene sobre él la acusación de gobernar a su pueblo “Comunidad de la Toma de la Acequia” ...¡con mano de hierro!... Con la severidad milenaria de sus Leyes Diaguitas

Y allí va caminando hacia el Alto Perú su alteza Deiqui sin insignias, sin tamboriles, sin banderines, despojado de honores, atravesando un territorio inmenso y acompañado por una multitud que se le une en el camino, que se adhiere a su reclamo, a su marcha de silencio que no lo abandona.

Si esto lo hizo por él mismo, por proselitismo o por demagogia, nos demuestra al mismo tiempo su enorme talento político. Y a diferencia de Tupac Amarú que se levantó en armas muy poco antes (con un cruento final), su lucha será jurídica, intelectual y erudita. Su lenguaje pulido será atendido de igual a igual por los Oidores de Charcas, pues ante todo y a pesar de la multitud que lo acompañaba —como a Gandhi en el viaje de la sal e igual que él— José Antonio era un pacifista.

SIGUE


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