Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.
Muchísimo. Con decirte que un día tuve un romance con las manos de una chica; tan lindas, tan finas, tan delicadas eran sus manos que nada más importaba.
Ahora que lo recuerdo a mi sí me gustan las rodillas, sobre todo cuando se las ponen en las orejas.
No cocino nada, hasta el agua se me quema.
¿Te fijas tú en las manos?
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.