UN CARTÓGRAFO LUSITANO
(Un portugués en el Virreinato del Perú)
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por Alejandra Correas Vazquez

PARTE 2
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LA HIJA DEL ENCOMENDERO
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El había arribado al Tucumanao siendo muy joven, con su bella esposa y dos hijos nacidos como él, en Calcuta. La naciente prosperidad luego de aquellos esfuerzos iniciales, como fueran edificar sus viviendas casi de la nada, le daban la seguridad interior de haber logrado derechos propios, y disponer de valores morales adquiridos.

Pero para volverse un tucumano verdadero necesitaba Don Francisco procrear su linaje, extender allí con un nacimiento su apellido Vázquez de Oporto, en esta tierra primitiva donde la civilización naciera por su intermedio … ¡Y tal sucedió! Pues su esposa trajo al mundo en su Merced, cinco años después de su llegada, una hermosa niña rubia, de piel rosada como el amanecer, con cabellos color oro como los rayos de Inti. La Pachamama la admiró, asombrándose con ella. Era la primera hija sudamericana de esta familia. Un ángel rubio nacido en esa pampa inmensa, cubierta ahora hasta el horizonte de trigo y ganado.

La niña tenía los ojos celestes como el padre y era la delicia del Encomendero. Este hombre altivo, duro y enérgico, vuélvese dulce con la criatura. La mira. La contempla. Se deslumbra en ella. El tráfico anual tiene una duración de tres meses, el tiempo necesario para comerciar, buscar buenos compradores y adquirir productos necesarios para las Mercedes. Con cada partida la niña lo mira. Lo despide doliente. La caravana parte. Ella crece junto con la Merced. Con el Tucumanao. Con el producto comercial de las carretas que van y vienen.

El angel rubio es ya adolescente. El padre traerá para ella desde el Alto Perú un ajuar completo, con lo más elegante que encuentre en el Mercado de Charcas. Allí donde abundan las sedas de Manila. El bordado en lino paraguayo al ñandutí. Los tejidos cuzqueños. Los encajes limeños. Las perlas y corales que llevan los navegantes desde el océano Pacífico, tal como él hacía antaño. Allí las modistas de la elegante Chuquisaca trabajan estos lujos al último grito de la moda altoperuana... ¡Y él volverá con todo aquello que su preciosa hija debe lucir, como hija del encomendero Vázquez de Oporto que lleva veinte años en el Tucumanao!... ahora que ella ha cumplido quince años.

...¡Finalmente!... el hechicero Alto Perú se abre a los viajeros y la caravana entra feliz en Charcas. Los cueros son vendidos a un precio excelente. El Charqui (carne secada al sol) es de primera calidad. El bizcocho está bien tostado. La harina muy blanca y bien cernida, tiene buena acogida. Las velas son resistentes, pues están hechas con un sebo duro. El Vino del Rey, elaborado por los jesuitas en su estancia de Jesús María, son favoritos de los mejores catadores altoperuanos.

Los Oidores que hacia allá los enviaron, están cada vez más contentos con los lusitanos. El Tucumanao prospera en producción, en riqueza agropecuaria y se ha establecido ya una vía comercial que enorgullece a la Real Audiencia de Charcas, su tutora. No se habían equivocado con ellos. Los portugueses han respondido a su herencia genética. En búsqueda de una ruta comercial llegó Vasco de Gama a la India. Y en búsqueda de otra ruta comercial han llegado los lusitanos al Tucumanao, cumpliendo con sus consignas inalterables.

En Charcas el encomendero recorre el Gran Mercado. Elige. Selecciona. Se hace asesorar en el gusto femenino. Adornará a su ángel rubio de 15 años, con las galas más elegantes que existen en el Mercado de Charcas. Con el mejor lino bordado al ñandutí en Paraguay. Con las sedas de Manila. Con las últimas importaciones orientales, que llegan hasta alli por la ruta del Pacífico, su antigua ruta. La ruta de la seda, los corales y las perlas. La joyería debe buscarse en Potosí, y esta selección le demanda más tiempo. Los talleres compiten allí en precios y bellezas. Cada uno de ellos es una muestra sorprendente de orfebrería.

La caravana finalmente emprende el regreso. El descenso. Desde Potosí a 4 mil metros de altura, debe retornar a la pradera pampeana de su Merced. El camino nuevamente lo aguarda. Siguiendo la ruta del sur, el clima se refresca rápidamente. El horizonte baja, lo invade la planicie. Lo recibe la pampa infinita. Las aguas del Río Segundo, su vergel y su tierra lisa, saludan al encomendero que regresa al fin...

¡Se acerca ya el reencuentro! Medita en el momento cuando abrirá a su hija quinceañera el arcón, que ha atravesado repleto de sedas, joyas y bordados, casi un medio continente. La luminosidad del día está plena en su euforia matinal. Don Francisco reconoce el escenario porque es el suyo. Aquél que dejó tres meses atrás y el mismo que lo ha aguardado año tras año, en su tráfico altoperuano.

Es éste. Es el mismo. Es el suyo ... ¡Y no es el mismo! … Nada. Nada queda de su casa. Nada de sus almacenes. Nada de su hacienda. Nada de su capilla. Nada de todas las casas de su Merced ... Nada.

EL MALÓN
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Un escenario vacío. Una tierra yerta ... Hollín ... Cenizas ... Despojo ... Algunos cuerpos mutilados ... ¡Un Malón se lo ha llevado todo! Un Malón patagónico de indios Araucanos arrasó su Merced. La horda que todo destruye, roba, quema y asesina, a cuyo paso salvaje no crece ni la hierba. Y que se lleva además “cautivas” como trofeo de sus hazañas, a las doncellas... ¡El Malón le ha quitado su ángel rubio de quince años y nunca se lo devolverá...!


—“Su bella hija rubia fue llevada Cautiva por los indios del Malón, más allá del Río Quinto” …. Le dicen

La buscará por espacios vacíos. La buscará por sendas desérticas. La buscará por toda la pampa posible. La buscará infatigablemente. La buscará por tiempos no contados. La buscará con partidas de soldados tucumanos. Con guardias especiales altoperuanas. Con tropas bien armadas que llegan en su ayuda. Y mientras más al sur descienda, mientras más la busque por tierras desconocidas, mientras más galope en dirección a la Cruz del Sur ... El,.. el cartógrafo portugués Francisco Vázquez de Oporto, quien colocó su estampa feudal en ese límite austral del Virreinato del Perú, donde terminaba el imperio español de ultramar... ¡Nunca podrá hallarla! ....Los indios Maloneros jamás se la devolverán.

Y mientras él más descienda cabalgando por la pampa infinita. Mientras más se interne en las soledades sureñas. Con adictos. Son armas. Con ejércitos de avanzada... ¡Más lejos aún de él... se la llevarán los Maloneros!

En el año del señor de 1626......


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