CÓRDOBA DEL TUCUMÁN
.................Parte 8..................

SIGLO XVII—SUDAMÉRICA
(Novela Colonial)

por Alejandra Correas Vázquez


8 — LEJOS DEL MUNDANAL RUIDO
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Se apoderó de ambos una angustia melancólica y las miradas esquiváronse por algunos instantes, como si el llanto de despedida ahogado en el pasado fuese a subir hasta sus gargantas. La tenue brisa de la tarde comenzaba ya a envolverlos, y Doña Leonor dirigiéndose lentamente hacia el ventanal colocó su rostro contra las rejas, en grave mutismo. El la observaba.

Luego ella y su mulatilla retiráronse algo entristecidas, pero resueltas a continuar sus vidas tal como eran antes de la llegada de Don Alvaro. El joven quedó solo en la sala sentado en el gran sillón color púrpura, sumergido en sus pensamientos. Transcurrido un espacio de tiempo la entrada de Don Ruy, que había desmontado dejando su caballo junto a la puerta, destacóse por el fuerte paso de sus altas bota. Al oírlo, su sobrino comenzó a dirigirle la palabra, como si estuvieses hablando para sí:

—“Retornar significa para mí, salir de esta civilización cordobesa para atravesar nuevamente el camino primitivo y solitario, en una ruta casi interminable”.

—“Fue nuestra ruta y por ella comenzamos nosotros”— contestóle su tío

—“Pero aceptaron este destierro en forma voluntaria”.

—“Sí, has dicho bien, sin embargo fuimos convocados para ello… Cuando Don Felipe de Austria nos ofreció el Tucumán y llegamos con nuestros trajes ostentosos, con nuestros modales atildados como hombres de mundo portugueses, con nuestra elegancia lusitana tan mentada. Con nuestro mobiliario obscuro y finamente labrado en Africa ¡Con nuestros siglos de navegantes en compañía de sirenas y tiburones! Y llegamos aquí en medio de las pampas solitarias… todo era insólito y nuevo. Una gran aventura sin precedentes.”

—“¡Era un cambio muy abrupto!”

—“Lo era sobrino, más de lo que ahora te imaginas. Y nos asentamos aquí en mitad del continente, rodeados de salinas interminables, serranías desconocidas, montes inexplorados, pampas infinitas y vacías …Entonces comprendimos que estábamos muy solos y supimos en aquel momento, en aquel instante cumbre, que todo había cambiado para nosotros… Y que ya nunca retornaríamos al Reino de Neptuno”.

—“¡Portugueses aislados en el mundo, lejos de países y de puertos! … Era algo completamente nuevo”.

—“Así fue. Los lusitanos del Tucumán que conocíamos todos los puertos de Oriente y Occidente con sus diferentes países, nos habíamos alejado de un golpe de todos ellos. Para nuestro devenir y el de nuestra herencia”.

—“Algo asombroso”— insistió Don Alvaro

—“Una historia larguísima estaba concluida y comenzaba para nosotros otra nueva, inesperada. Distinta.”

—“¿Cuál era el mérito?”

—“Avanzábamos como pioneros, sintiendo el gozo de ser los primeros. Fuimos pilotos de tierra con el sextante, la brújula y cuadrante abriendo los caminos del Tucumán virginal. Eramos expertos en puertos y elegimos sus sitios más resguardados, con el nombre portugués de “Postas” para el descanso de los viajeros y el arribo de las caravanas. Navegábamos por el continente como antaño por el mar”.

—“¡Navegantes en un puerto sin mar!”

—“Bien lo dices, sobrino. Nosotros éramos aquí los últimos sobrevivientes de una civilización europea, que en suma, nunca nos recordaría. Y éramos conscientes de ello. Nadie vendría a vernos”.

—“Era una propuesta muy dura, querido tío”.

—“Sí, lo era. Lo sigue siendo. Somos los cordobeses guardianes de la cultura en un mundo desamparado por las naciones, donde los caminos sirven para separarnos, antes que para unirnos, en la interminable distancia”.

—“Admitieron de motu propio esta soledad y su aislamiento”.

—“Solos. Muy solos. Con el traje. El sextante. El cuadrante. La brújula. El empedrado. La imprenta. La retórica”.

—¿En ello consiste este magnetismo telúrico que te ha atrapado por veinte años y para siempre?”.

—“En ello sin duda. Los lusitanos veníamos de un mundo distinto creado quinientos años antes por el príncipe Enrique de Borgoña. Eramos orgullosos vasallos de una corona y una dinastía que había creado al reino de Portugal. Navegábamos los mares orientales y occidentales a su servicio… para engrandecerla. Nuestro esfuerzo creó méritos y gloria, siendo recibidos con palmas por reyes, emires y mandarines”.

—“¿Y no fue grandioso todo aquello?”— sostuvo Don Alvaro

—“Lo fue en gran manera, hasta llegar a Córdoba del Tucumán, ciudad monasterio, ciudad de eruditos, a la cual esos brillos dinásticos no daba importancia”.

—“Explícame mejor, lo necesito, no puedo partir de aquí siguiendo el Camino Real, sin hallar la verdadera razón, esta clara firmeza, que anida en tu mente y en la de Doña Leonor”.

—“Te lo diré, pero deberás escucharme con mucha atención”— exigióle Don Ruy

—“Soy todo oídos”— aceptó Don Alvaro

—“Antes servíamos a un rey, a una corona, a la grandeza de un imperio… Lo que en suma significaba servirnos a nosotros mismos, que recibíamos las palmas en cada regreso. Aquí, en cambio, aprendimos a servir a una Comunidad… A vivir y empeñarnos por un grupo humano compuesto de personas provenientes de diferentes naciones, razas y colores. A servir al prójimo”.

—“¡Una Comunidad!”

—“Sí, exactamente, querido Alvaro, una comunidad que nos necesita y depende de nosotros, lusitanos aventureros, para sobrevivir sosteniendo su estilo. Nosotros que enlazamos su mundo aislado de estudio constante, con nuestras caravanas hacia el Alto Perú. Con los caminos que trazamos en estas soledades, con las Postas que colocamos en lugares adecuados. Hemos hallado aquí una razón real de vida que antes desconocíamos, al servir a esta Comunidad que vive… Lejos de Mundanal Ruido”.

—“¡Lejos del Mundanal Ruido”.


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