Me morí y no me había dado cuenta
- Oye Karla… ¿Alguna vez sentiste como que te habías muerto y no te diste cuenta?
- Ay Federico ¡Qué preguntas las tuyas!
- Yo creo que de verdad de verdad de verdad me morí y no me di cuenta.
- ¿Por qué Fede?
- Y no sé. ¿Alguna vez has dudado tanto de la "realidad" que has pensado que te moriste y no te diste cuenta? Justo así he estado últimamente. Mi cotidianidad parece un recuerdo que cada día se borra un poquito más y se torna lejana y borrosa, el sentido de pertenencia ha casi desaparecido y los lugares que frecuento han dejado de cambiar, tanto han dejado de cambiar que parecen la habitación que los padres decidieron dejar intacta después del accidente de tránsito de su hijo adolescente: todo igual pero con mucho polvo. Lo peor de todo es sentirme extrañado por los seres con quienes convivía, sentirme casi como si no estuviera ahí pues he dejado de pertenecer a su mundo. Y luego, pensar en la actualidad, recostarme en la cama y dignarme a no hacer nada más que mirar pa'rriba y pensar, pensar en la actualidad. ¿Quiénes son las personas que ahora me rodean? ¿Qué son? ¿Por qué hay una distancia tan abismal entre los de ahora y los de antes? Leves conexiones, relaciones marginales que nada tienen que ver con mi existencia. No sé, creo que me morí y no me he dado cuenta.
- Ay Fedelindo ¡no sé qué decirte pero te voy a abrazar muy fuerte! Y ojalá que sirva de algo. Y no estás muerto, te lo aseguro.
- No sé, eso de los de antes y los de ahora me confunde, es como si hubiera dejado de existir para los de antes y fuera completamente ajeno e insignificante para los de ahora. En el bus siempre llevo conmigo monedas para pagar el pasaje completo, nunca billetes, nunca mayor denominación, siempre completo; y en ocasiones siento cómo la persona que va a mi lado se explaya a sus anchas y me estruja, es como si no hubiera nadie en donde yo estoy sentado. Por la calle es lo mismo, choco con brazos, hombros, bolsas, niños… y es como si no me sintieran, ni siquiera giran la cabeza para ver qué los golpeó, ni siquiera se disculpan, es como si no me vieran; es como si no estuviera allí. Es como si estuviera muerto sin darme cuenta.
Y con los amigos, los de ahora, es todavía más expresa la sensación. Pasan de la presencia a la ausencia con una extrema y rara facilidad y mi cerebro, que trata de ser coherente, me da explicaciones que no me terminan de convencer; Mario por ejemplo, aquel alemán que estuvo acá hace 3 años ¿lo recuerdas?, estuvo acá nuevamente; con él salí los últimos dos fines de semana, a tomar cerveza como hacen los alemanes. Estuvimos en bares que jamás frecuento, ja-más… ¡y sí que frecuento bares! Pero no fuimos a ninguno de los que visito cada semana, fuimos a otros y tomamos mucho, tanto viernes como sábado tomamos mucho. El partió este lunes recién pasado y lo más raro de todo es que en ambas ocasiones “él pagó todo”. Mis tarjetas limpias, mi dinero intacto. Conversamos con otras personas y conocimos gente nueva pero en otros lugares, los que no frecuento, en los que no están nunca mis amigos, los de antes. Los de antes.
Y los mensajes de texto. Son casi la única forma en la cual ahora me comunico con todos, con los de ahora y con los de antes. Tengo amigos, de ahora, con los que hablo hasta la saciedad y sin embargo no sé cómo son sus caras; y tengo, por otro lado, amigos, de antes, con los que ya no hablo más ¡Y no por gusto! Simplemente no hablo con ellos y eso mi cerebro no sabe explicarlo pero mi corazón sí que sabe expresarlo. Los extraño enormemente. ¿Sabes? Creo que me morí y no me di cuenta porque nada trasciende, nunca nada trasciende, las conversaciones con mis amigos, los de antes, son siempre por mensaje de texto o por correo electrónico y siempre son cosas burdas y sin sentido y a la hora de querer establecer citas, salidas, fiestas… nunca podemos. Y por eso finalmente, los viernes al caer la noche, me encuentro en los lugares de siempre pero completamente solo, o en lugares ajenos y extraños con gente nueva, con los de ahora.
- ¿Tú sí sabes que te queremos Fedelindo?
- Lo sé Karla, me quieren como si quiere a un muerto, desde la mente, más con la memoria que con los sentimientos. O como se quieren los que no existen porque ya se murieron. Ahora mismo estoy haciendo un gran esfuerzo por recordar muchas caras y no lo logro. Tu cara no la recuerdo, no la conozco. ¡Y tú no sabes nada de mi Karla! Nada. Vives en mi celular, en mi computadora, en mi mente. Eres de los de ahora, de los que mi cerebro creó para ocultar el hecho de que morí y no me di cuenta.
Me morí y ya me di cuenta. Pero no lo asimilo. Entiendo por qué esta existencia se ha vuelto tan impropia y por qué parece que siempre estoy haciendo monólogos interminables y terriblemente aburridos (ahora sé que son monólogos y no diálogos como pensaba), es porque estoy solo en esta vid… muerte. ¿Y qué más podía esperar, un desfile de almas cantando al unísono y bailando y bebiendo? Es que morirse es quedarse solo, no ir a una fiesta. ¿Me habré despedido? ¿Cómo habré muerto? ¿Se habrán dado cuenta ya todos de que me morí o sólo yo? Siempre dije que no quería morirme antes que los seres que amaba, siempre me vi a mismo en el futuro como un viejo solitario y lleno de dolor que había sufrido paciente y dolorosamente la pérdida de todos sus allegados y había sido un valiente pues no le había causado pesar a nadie sino que lo había absorbido todo para sí mismo, siempre me vi así a pesar de que siempre supe también que moriría antes que todos. ¡Qué contradicción! Y aquí estoy, muerto antes que todos y sin saber si les causé un ápice de pena. De nada valió saber que iba a morir de primero y haber querido morir de último.
Ahora entiendo otra cosa también, ahora entiendo porqué ya ni los perros me ladraban. Es mentira eso de que los perros perciben a los muertos. Aquí estoy yo, muerto, y ni a los perros les causo impresión. Eso me inquieta pues ahora no sé qué toca. ¿Irme al cielo? ¿O será que esto es el purgatorio? No, no es posible, eso no existe. Ahora más bien toca ir palideciendo paulatinamente hasta que el último de los mortales que me conoció pierda el último recuerdo que tenga sobre mí y así pueda yo finalmente desvanecerme y desaparecer.
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.
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Iniciado por Nietzscheano
