El CONDE DE SAINT GERMAIN

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Por José Álvarez López


Un polémico caso de longevidad fue el del “Conde de Saint Germain”, reputado de haber vivido durante más de cien años con el aspecto de un joven de cuarenta. Pero en el caso del Conde de Saint Germain, la polémica no se reduce al problema de su legendaria inmortalidad sino que se extiende a todas las facetas de su insólita personalidad. Por ejemplo, para algunos de sus numerosos biógrafos fue un hombre honorable rodeado de un halo de santidad; para otros, por el contrario, era un charlatán y hasta un espía extranjero.

Se presentada fundamentalmente como un alquimista y poseía un bien equipado laboratorio en el cual, según él sostenía, fabricaba el Elixir que lo mantenía joven y además efectuaba la transmutación del oro, que explicaba su inmensa riqueza de origen totalmente desconocido pues nunca se lo vio en ninguna actividad productiva.

Hubo varios testigos de sus “transmutaciones” y, por ejemplo, el Marqués de Valbelle confirma que el Conde transmutó en su laboratorio una moneda de plata en otra de oro que posteriormente pasó a posesión de la Condesa d’Haderar. En cambio el célebre Casanova (Caballero de Seingalth) sostiene que a él le hizo igual transmutación pero, en su opinión, se trataba de un simple truco de prestidigitación.

Durante los años que van desde 1710 a 1789 se lo vio aparecer en todas las cortes de Europa, de Rusia, de Persia, etc. en las cuales era admitido amigablemente hasta el extremo que uno de sus biógrafos observa que conocía la intimidad de cualquier corte al nivel de un “enchargé d’affaires”. Mantuvo amistad con las más distinguidas personalidades de este largo período quienes emitieron entusiastas opiniones acerca de él. Por ejemplo, Voltaire decía que era “un hombre de profundos conocimientos”.

Federico el Grande de Prusia, lo llamaba “el hombre que no muere jamás”. Madame de Pompadour lo calificaba como un gran lingüista que manejaba a la perfección todas las lenguas antiguas y modernas; decía que su atractiva conversación deleitaba al rey Luis XV, sobre todo cuando narraba sus viajes por Rusia, Turquía, Austria, India, etc. Añade la Pompadour que el Conde hizo al rey el obsequio de cuadros de Velázquez y Murillo (llama la atención de esta preferencia del Conde por dos maestros españoles) y a ella misma, regalóle valiosas joyas y gemas, pues “era tan inmensamente rico que distribuía diamantes y joyas con increíble liberalidad”.

Tenía la costumbre de los “Yoguis” orientales y de los “Perfectos” cátaros de no comer jamás en público, inclusive cuando ofrecía una de sus fastuosas comidas, lo cual le permitía hacer exhibición del culto y exquisito “causseur” que realmente era. Compositor y eximio ejecutante, amenizaba estas fiestas interpretando sus propias composiciones.

Tenía una apariencia física seductora, en su estampa elegante sin amaneramientos entonces en boga. Destacábanse sus manos de movimientos gráciles, muy blancas, luciendo pulseras. La mirada suave y penetrante producía impacto en los interlocutores, pues sus ojos vivaces observaban de frente y se movían en todas direcciones al mismo tiempo, como si esto indicase algún ejercicio peculiar. La gracia de todos los movimientos de su cuerpo destacaba en particular sus piernas, muy delgadas y bien conformadas, resaltadas por medias de seda, muy ceñidas, como piernas de bailarín. De cabello negro y mejillas rosadas, lucía pelucas pulcramente cuidadas, hermosas casacas casi siempre volantes, y sus pies pequeños movíanse con una gran rapidez.

Durante su prolongada existencia fue dado por muerto varias veces, pero años después reaparecía con el mismo aspecto de siempre. Una de sus “muertes” ocurrió hacia 1784 y dio testimonio de ella el príncipe de Hesse. Pero como todas sus otras “muertes” ésta tampoco fue certificada. Pocos años después aparece en La Bastilla para comunicarse con María Antonieta, lo cual ha dado pábulo a la leyenda de que de algún modo el Conde de Saint Germain estuvo conectado a la propia Revolución Francesa. Para otros estuvo, sí, en La Bastilla pero como prisionero. Lo cual, empero, nada aclara, pues por las luchas externas e internas la Revolución Francesa encarceló, procesó y guillotinó a todos los nobles y a todos los revolucionarios.

Sobre las últimas apariciones del Conde está el testimonio de la Condesa d’Hademar quien lo vio en París en 1789, y el testimonio del Conde de Chalons quien lo vio en Venecia en 1788 en la plaza de San Marcos.

Otro caso de notable longevidad fue el relatado por la Condesa de Gergy, quien cuenta una conversación entre ella y el Conde donde ambos dos comentan situaciones vividas cuarenta años antes. En un pasaje de la conversación la Condesa le dice al Conde de Saint Germain : “En cuanto a Vd. lo veo exactamente como hace cuarenta años, salvo un poco más joven ...”

El caso del Conde de Saint Germain es tan inusitado que Madame Blavatsky (la fundadora de la Sociedad Teosófica) tratando de hacer una biografía se encontró con que no había ningún testimonio oficial ni de sus pasos, entradas y salidas por numerosas fronteras, ni tampoco ningún testimonio de sus varias muertes. No habiendo ningún dato oficial, ni partida de nacimiento, ni certificado de defunción, ni testimonio oficial de cualquier índole, el Conde de Saint Germain aparece como una entidad inexistente ¿Cómo explicar entonces tantos relatos y tantas polémicas sobre su intrigante personalidad?

¿Qué hubo de cierto en todos estos recuerdos y alusiones? ¿Es verdad que hubo un hombre que tuvo el secreto de la Juventud?

Es un problema cuya solución sólo puede basarse en uno u otro prejuicio. Ya sea aceptando el hecho de su eterna juventud o rechazándolo. Cada uno aceptará el prejuicio que más le agrade. En cuanto a mí mismo, me agrada pensar que el Conde de Saint Germain sí existió ...


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