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Estando casi totalmente de acuerdo en los postulados expuestos por Erich Fromm, procedo a dejar unas citas textuales extraídas del libro El arte de amar; espero que sean de interés para Frank y otros en una situación similar.


II. LA TEORÍA DEL AMOR


1. EL AMOR, LA RESPUESTA AL PROBLEMA DE LA EXISTENCIA HUMANA


Cualquier teoría del amor debe comenzar con una teoría del hombre, de la existencia humana. Si
bien encontramos amor, o más bien, el equivalente del amor, en los animales, sus afectos
constituyen fundamentalmente una parte de su equipo instintivo, del que sólo algunos restos
operan en el hombre. Lo esencial en la existencia del hombre es el hecho de que ha emergido
del reino animal, de la adaptación instintiva, de que ha trascendido la naturaleza -si bien jamás la
abandona y siempre forma parte de ella- y, sin embargo, una vez que se ha arrancado de la
naturaleza, ya no puede retornar a ella, una vez arrojado del paraíso -un estado de unidad
original con la naturaleza- querubines con espadas flameantes le impiden el paso si trata de
regresar. El hombre sólo puede ir hacia adelante desarrollando su razón, encontrando una nueva
armonía humana en reemplazo de la prehumana que está irremediablemente perdida.
Cuando el hombre nace, tanto la raza humana como el individuo, se ve arrojado de una situación
definida, tan definida como los instintos, hacia una situación indefinida, incierta, abierta. Sólo
existe certeza con respecto al pasado, y con respecto al futuro, la certeza de la muerte.
El hombre está dotado de razón, es vida consciente de sí misma; tiene conciencia de sí mismo,
de sus semejantes, de su pasado y de las posibilidades de su futuro. Esa conciencia de sí mismo
como una entidad separada, la conciencia de su breve lapso de vida, del hecho de que nace sin
que intervenga su voluntad y ha de morir contra su voluntad, de que morirá antes que los que
ama, o éstos antes que él, la conciencia de su soledad y su «separatidad» *, de su desvalidez
frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, todo ello hace de su existencia separada y
desunida una insoportable prisión. Se volvería loco si no pudiera liberarse de su prisión y
extender la mano para unirse en una u otra forma con los demás hombres, con el mundo
exterior.
La vivencia de la separatidad provoca angustia; es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar
separado significa estar aislado, sin posibilidad alguna para utilizar mis poderes huma nos. De
ahí que estar separado signifique estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo -las cosas y
las personas- activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar.
Así, pues, la separatidad es la fuente de una intensa angustia. Por otra parte, produce vergüenza
y un sentimiento de culpa. El relato bíblico de Adán y Eva expresa esa experiencia de culpa y
vergüenza en la separatidad. Después de haber comido Adán y Eva del fruto del «árbol del
conocimiento del bien y del mal», después de haber desobedecido (el bien y el mal no existen si
no hay libertad para desobedecer), después de haberse vuelto humanos al emanciparse de la
originaria armonía animal con la naturaleza, es decir, después de su nacimiento como seres
humanos, vieron «que estaban desnudos y tuvieron vergüenza». ¿Debemos suponer que un mito
tan antiguo y elemental como ése comparte la mojigatería del enfoque moralista del siglo XIX, y
que el punto importante que el relato quiere transmitirnos es la turbación de Adán y Eva porque
sus genitales eran visibles? Es muy difícil que así sea, y si interpretamos el relato con un espíritu
victoriano, pasamos por alto el punto principal, que parece ser el siguiente: después que hombre
y mujer se hicieron conscientes de sí mismos y del otro, tuvieron conciencia de su separatidad, y
de la diferencia entre ambos, en la medida en que pertenecían a sexos distintos. Pero, al
reconocer su separatidad, siguen siendo desconocidos el uno para el otro, porque aún no han
aprendido a amarse (como lo demuestra el hecho de que Adán se defiende, acusando a Eva, en
lugar de tratar de defenderla). La conciencia de la separación humana -sin la reunión por el
amor- es la fuente de la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia.
La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad,
de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la
locura, porque el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento
tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece -porque el mundo
exterior, del cual se está separado, ha desaparecido-.