¿Recuerdan que una vez les hablé de él, de don Saúl?

Pues recordé que les debía el resto de la historia.-

Kim., una chica bella de grandes ojos negros y piel tersa, blanca, casi como leche; nada voluptuosa pero insinuante y "amorosa" con todos, chicos y viejos; pocas veces hizo caso a las recomendaciones de su padre (ahora preso) de llevar un buen comportamiento, como el de su madre, que siempre fue muy fiel aunque sufría de celos, era posesiva y peleona hasta el cansancio; decidió abrir la carta que su padre le entregó hace un par de días, tras haber llevado los restos de Sofía al cementerio y dejarlos abandonados entre la lápida de doña María Helena y el viejo Álvaro, que yacen allí desde hace un par de años, casi que al tiempo...

Yo estaba allí, con ella, cuando abrió el dichoso sobre, sellado con saliba olorosa a cigarrillo; comenzó a leer con odio y desazón, porque aquel que le escribía la había dejado sola en este mundo, sin con quien hablar, sin con quien reir a veces, o pelear...
Me miró de lado y me dijo ¿recuerdas lo bien que me la llevaba con mamá? ¡la extraño! -y yo apenas tuve tiempo de abrazarla, antes que rodaran por mis mejillas un par de lágrimas- ¿Qué te dice don Saúl?, le dije; y me pasó aquel papel, escrito a mano y tinta azul... leí con atención y mucha curiosidad, entonces entendí que no había otra salida para quel hombre resentido y triste.
No recuerdo las palabras exactas, pero supe que Kim le odiaría de por vida; volví a mi casa, Kim, al mes, se fue a vivir con Carlos Dani -mi mejor amigo de aquel entonces- y don Saúl aún sigue en la cárcel, ¡Pobre, nadie va a verlo!... En fin.