LOS TRASGOS YA SON LIBRES

I

Los trasgos ya son libres,
dejaron sus prisiones,
huyeron de mi caja de zapatos
para tejer las odas que te ensalzan
como una diosa más entre las diosas.
Los trasgos se han fugado,
llegando a los jardines
que saben los secretos de mi espíritu,
los mismos que no quiero confesarte,
los mismos que no quieres que pronuncie.

II

Los versos que recorren
el aire de la sierra,
el aire de las costas asturianas
tal vez la brisa misma que camina
por todos los lugares, te pronuncia.
Y, vuelta nombre al fin,
por todos los paisajes
que digo con un grito a la arboleda,
podrás volar igual que el alba clara
que llega, silenciosa, con el día.

III

Tu nombre vuela libre
por bosques y hondonadas,
por montes y colinas que la gente
recuerda de las viejas excursiones
del tiempo que transcurre sin memoria.
Y tú, como tu nombre,
gozando libertades,
escapas como aquellos prisioneros
que huyeron de las cárceles terribles
que tengo en una caja de zapatos.

BELENNOS DICE SIEMPRE

I

Belennos dice siempre
que el fuego del verano
podrá, con su pureza,
besar la flor del agua en hontanares,
en fuentes y arroyuelos, y la luna
los puede ver, naciendo en el solsticio,
sabiendo que lo impuro
se fuga en esa noche, se le escapa
al aire y a la brisa que recorren
las salas de este mundo silencioso.

II

Cernunnos habla siempre
de nombres de ranúnculos
que nacen en los prados,
que viven en los prados y los montes,
según la primavera se renueva
y el ciclo de la vida va surgiendo,
después de las nevadas,
después de las ventiscas en las cumbres,
después de las escarchas en la hierba,
si quieren las heladas de la noche.

III

Sucelos se relame,
sabiendo los otoños
como un regalo bello,
sabiendo que, ya próxima, la noche,
vendrá con sus cortinas, sus hechizos,
hablando de la vida y de la muerte,
igual que los crepúsculos,
en tiempos de otoñadas y frutales,
de bosques malheridos por el pardo,
de frutos que alimentan a la vida.

IV

Y Navia, la discreta,
dejando que las aguas
discurran por los ríos,
dirá que en sus mansiones cristalinas
hay algo de belleza melancólica
que sabe los secretos del paisaje,
que sabe los secretos
del mundo que conocen los más sabios,
si corren por el mundo, si recorren
paisajes que conducen a los mares.

V

Sabed que en Finisterre
las brumas de los mares
encierran los misterios
de costas que se acaban ante piélagos
que azotan, como el viento, con dureza
lugares que se rinden a los vientos,
las lluvias y granizos
que traen los temporales, de mañana,
al puerto de los viejos pescadores
que quedan atrapados en los siglos.

VI

Veréis los asturcones
que viven en el Sueve
sentir en cada soplo
las magias ancestrales, los embrujos
de un tiempo diferente, cuyos credos
hablaban de aquelarres a deshora,
de lobos y de lunas
que vuelan reflejándose en el agua,
que sueñan reflejándose en el agua,
que duermen reflejándose en el agua.

VII

Y siento tu mirada
y digo que en tus ojos
también hay aquelarres,
momentos misteriosos en que advierto
las danzas alocadas de las gentes
que van, en comunión con los paisajes,
a ser parte del mundo
que habitan desde el tiempo del origen,
como rindiendo culto a los ancestros,
quién sabe si a las fuerzas naturales.

VIII

Y miro tus ojuelos
y pienso en el Aramo,
y pienso en cada roca
que pude ver en raras excursiones,
en tardes de domingo, algunas veces,
vagando por los sitios más curiosos,
quién sabe si en Colunga,
quién sabe si en Poncebos y en Cabrales,
buscando las alturas de la roca,
gozando del murmullo del riachuelo.

XI

Y pienso en esos labios
febriles y encendidos
como una primavera
que ardiese, con apuro, consumiéndose
como una hoguera más, cuando el solsticio,
llamando al paganismo de los bosques,
queriendo que el Busgosu
pronuncie sus palabras y revele
leyendas del ayer, momentos llenos
de magia, de leyenda y fantasía.

X

Y pienso que en tu boca
están esos paisajes,
las brujas de otras veces,
tal vez lo más profundo de esos símbolos
curiosos que perdieron, hace tiempo,
su luz y su sentido, sus razones,
en aras de otra forma
de hallarse en el entorno y de ser parte
del mundo que habitaba nuestro espíritu,
llenándolo de hechizo y de belleza.

LAS HORAS CORREN LENTAS

I

Las horas corren lentas,
tus ojos me contemplan
y quiero ser su cómplice,
mirando en lo lejano, recordando
que el alba nace siempre en lo lejano,
que las contraventanas abiertas a la noche
verán nuestro pecado, si despiertan
los brillos silenciosos
que ven al campesino en los caminos.

II

Y escucho los susurros,
y siento los jadeos,
y entonces imagino
que estamos en el borde, que llegamos
al fin a ese momento desastroso
que suele sorprendernos, amantes enlazados,
buscando otros placeres, si despiertan
los brillos silenciosos
que ven al campesino en los caminos.

III

Y sueño con el Sueve,
con viejos asturcones,
las curvas de tus senos,
después de que la lluvia de septiembre
disfrute humedeciendo sus encantos,
las briznas de la hierba que crece entre los montes
que callan en silencio, si despiertan
los brillos silenciosos
que ven al campesino en los caminos.

2016 © José Ramón Muñiz Álvarez