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Tema: Quiero Vivir... Susana Sussmann

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    25-diciembre-2008
    Mensajes
    17.918

    Predeterminado Quiero Vivir... Susana Sussmann

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    Quiero vivir... Ésas fueron las últimas palabras que pronuncié como ser humano en aquellos lejanos días en los que pensaba que la inmortalidad no podía reservarme más que libertad, felicidad y poder.

    He sido un bebé muerto en el vientre de una madre que lo odiaba. Sentí cómo mi corazón latía más y más lentamente, se iba deteniendo, mientras mis manos arrugadas trataban con urgencia de asirlo a través de la ropa y de la carne. Me ahogué en la sangre putrefacta de un enfermo de cáncer pulmonar.

    Las ruedas de un camión rompieron casi todos mis huesos y derramaron mis sesos por la carretera. Fui adicto y viví la inenarrable experiencia de morir en pleno éxtasis de lujuria. Me envenené por accidente cuando mi madre me tomó en brazos luego de manipular sus pesticidas.

    Me rompí la nuca cuando se estrelló el ultraligero en el que volaba. Una mina de oro se desplomó sobre mi cabeza y duré varios días agonizando hasta que la sed y la fiebre me vencieron. Fui una adolescente anoréxica que acabó abriéndose las venas.

    Todo comenzó cuando viajé al norte de México en busca de un tema para mi trabajo de grado. Yo quería investigar sobre el uso terapéutico de las plantas alucinógenas en los rituales indígenas, así que busqué y busqué, hasta que encontré a un viejo indio que aceptó enseñarme, y me tomó como su aprendiz. Con la excusa del peyote y de los hongos, poco a poco fue introduciéndome en el extraño y aterrador mundo de la brujería. Fueron años de zozobra. La vida de un brujo era terrible, y muy dura y peligrosa.

    Con el largo entrenamiento fui aprendiendo a expandir poco a poco el capullo que encierra mi energía vital, y a moldearlo como si de gelatina se tratara. Abandoné gradualmente todas las cadenas que me ataban a mi antigua vida, y al final me mudé a vivir con mi maestro en su choza. Yo mismo fui descubriendo que la vida no es más que la existencia de un capullo de energía, y que toda esa energía proviene de una fuente primigenia. La muerte es la disolución de ese capullo y el regreso a la fuente. Lograr la inmortalidad se reduce a disolver el propio capullo, pero sin disgregarse en la fuente primigenia, conservando así la conciencia de ser.

    Aprendí a hacerlo, y lo conseguí, al igual que mi maestro lo había hecho algunos años antes. Los chamanes que logran la inmortalidad nunca regresan para contar cómo es la vida después de la vida. Y los aprendices actúan basados en la fe. Yo tenía fe en que podía conseguirse (nunca encontraron los restos de mi maestro) y creía, como todos los demás, que la inmortalidad era deseable. Qué estúpido y arrogante fui.

    Logré morir sin morir, expandir mi capullo de energía hasta el infinito, y volver a cohesionarlo. Vi la fuente de la vida y de la conciencia, el origen de toda la energía vital del universo, más negra que la más oscura noche.

    La amenazadora sombra me recordó con vaguedad la imagen de un águila enorme, presta a devorarme. El águila finalmente me tragó y me encontré inmerso en la nada. Durante un tiempo inconmensurable sentí cómo mi ser iba disolviéndose, y por poco caigo en el olvido.

    Cuando ya todo parecía perdido logré reunir de nuevo los fragmentos de mi conciencia, y así como fui tragado por el águila inmortal, fui escupido, como diría mi maestro, igual que una semilla de durazno. Conservé mi conciencia desde ese día. Pero no soy libre, ni poderoso, ni feliz. Sin poder evitarlo me siento atraigo por los capullos en expansión de aquellos seres que van a morir.

    En estos momentos me encuentro compartiendo los últimos instantes de vida de una mujer. Ignoró cómo morirá, cómo moriremos. Tampoco sé cuándo será, pero el momento se aproxima. Ella es escritora, como lo fui yo en vida. Lo peor de todo es que he podido comprobar que ella ha leído los libros acerca de mi aprendizaje que yo publiqué hace años. Eso me ha llenado de horror, pues, ¿a cuántas personas puedo haber inducido a buscar la inmortalidad con mis escritos?

    Estos pocos días que he pasado a su lado me han permitido influir ligeramente en su subconsciente, mientras duerme, y deseo que estas líneas que ella escribe ahora sirvan de advertencia a aquellos que creen, como creía yo, en la maravilla de la inmortalidad. Nunca lo intenten en sus casas. Les aseguro que se arrepentirán por toda la eternidad.

    Yo, que añoraba vivir por siempre, ahora imploro lo que me está negado: vivir... mi propia muerte.
    Última edición por Biby; 12-feb.-2016 a las 06:31
    No me tientes que si nos tentamos no nos podremos olvidar... Benedetti

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