Bueeeno, aquí os dejo otro cachito de la histo, y espero que os esté gustando!
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En cuanto lo vi, me entraron ganas de llorar. Y lloré. Mi madre me vio, me abrazó y nos fuimos a sentarnos en primera fila, que era la reservada para los familiares. Cuando el cura acabó la misa, nos dio el pésame a los de primera fila. Todos llorábamos. Salimos, y nos preparamos para caminar detrás del coche fúnebre hasta el cementerio. Mi madre quería incinerarlo, pero yo no. Yo quería enterrarlo, y al final convencí a mi madre.
Caminamos detrás del coche, y cuando llegamos al cementerio, le compramos flores y coronas a parte de las que nos daban. Lo enterramos, y cuando todos se fueron, incluida mi madre, me quedé allí, de pie, llorando.

- Pa…papá… si supieras cuanto te echo de menos… yo… te quiero tanto…

Le dejé la corona de flores que tenía en mis manos y me giré. Fui hasta la puerta, donde me esperaba mi madre con el coche en marcha. Me monté y fuimos a casa. Llegamos, comimos y nos pasamos el resto de la tarde en el sofá, viendo la televisión. Cuando ya eran las once de la noche, le dije a mi madre que tenía sueño, le di un abrazo y me fui a mi cuarto. Me puse el pijama, y me acosté. Antes de dormirme, cogí el marco que tenía en mi mesilla de noche, que tenía una fotografía de mi padre en el ejército, donde se le veía vestido de soldado, y detrás de él se veía una avioneta. La foto me la había mandado varias semanas antes de… bueno… lo ocurrido. Besé la fotografía, la puse en su sitio, apagué la lamparita y me dormí.

Al día siguiente, mi madre me besó en la frente.

- Buenos días, cariño. Es hora de levantarse. Pero puedes quedarte en casa si quieres, no tienes por qué ir a clase. Ya has acabado los exámenes.
- No mamá. Quiero ir.
- Bueno… supongo que no voy a poder convencerte así que… venga, arriba. Te sacaré el uniforme.

Mi madre abrió mi armario y sacó mi uniforme del colegio. Lo dejó sobre mi cama y me dijo que bajaba a preparar el desayuno. Salió de mi habitación y me quedé a solas.
Me vestí, me aseé, bajé a la cocina, desayuné y me fui a clase.
Mientras caminaba, estuve pensando en cómo ocultar a mis amigos lo de mi padre. No sólo lo de que había fallecido, sino quién era mi padre. Nadie sabía que él era el presidente. Mi padre había ocultado siempre a la gente que tenía familia, pues si lo decía, los medios de comunicación estarían acosándonos a mí y a mi madre, al igual que a él. Y él no quería que fuera así. Mis padres fueron explícitos en este tema: No debía decírselo a nadie. Y yo cumplí con esa obligación. Nunca le dije a nadie esto, simplemente decía que mi padre siempre estaba de viaje. Y ahora también lo diría. No quería que estuvieran dándome el pésame, ni que evitaran hablar de sus padres delante de mí. Sólo quería que todo siguiera su curso. Evidentemente, en todos los medios de comunicación se hablaba de lo mismo: El presidente había muerto en la Guerra. Ahora escogerían a otro. Hicieron unas elecciones improvisadas. Mi madre no votó, se le hacía extraño no tener el nombre de mi padre en el papelito.

Cuando llegué a clase, mis amigas me saludaron como todos los días.

- Odio los lunes - Sally decía lo de costumbre.
- Sally, tú odias todos los días. Además, hoy es viernes. - Brie dijo lo que todas pensábamos.
- Ya, pero el lunes es el que más odio. Después de unos buenos días de descanso…
- Serán buenos para ti…- ¡Oh, no! ¿Por qué había dicho eso? Debía rectificarlo inmediatamente. - Es que… eh… he dormido poco y… claro… he pasado una noche un poco mala y… bueno…. Jeje…
- Tyara, ¿estás bien? Te veo un poco rara. - ¿Por qué Anna tenía que ser tan observadora?
- Eh… esto… s… sí, estoy bien, claro… ¿por qué no iba a estarlo?
- Es que estás sudando como un pollo y acabas de llegar a clase. ¿Seguro que estás bien? - Me tocó la frente. - ¿Tienes fiebre?

Le aparté la mano de mi frente agradeciéndole su preocupación por mí, pero asegurándole a la vez que no me pasaba nada.

Ese día se me pasó lentísimo. Para mi suerte, era viernes, y salíamos a las dos. Di gracias al cielo cuando sonó el timbre de salida. Una vez fuera, Anna se despidió, y se fue con su hermana pequeña, Miley. Poco después llegó el padre de Brie, y ésta se despidió mientras se metía en el coche. Sally, que había estado esperando a Miriam, se fue cuando ésta llegó. Cuando se habían ido mis amigas, me quedé sola, pensando. Tenía que irme a casa, pero la verdad es que no tenía ganas de estar allí metida sin hacer nada. Decidí que iría a casa, comería, me cambiaría y saldría a dar un paseo. Así que así lo hice. En cuanto llegué a casa comí, me cambié y me despedí de mi madre.

- ¿A dónde vas? – Ella, como siempre, se preocupaba de si iba a pasarme algo.
- Tranquila, mamá. Sólo voy a dar un paseo.
- ¿Sola?
- Sí.

Ella dudó un momento, pero al final accedió. Le di un beso y me fui. Me cercioré de si llevaba el móvil y la cartera, y una vez comprobado, comencé a caminar. No sabía a dónde iba, pero sólo quería alejarme cuanto más pudiera de la rutina.
Mientras caminaba, iba mirando al suelo, como siempre solía hacer. Un golpe me alejó de mis pensamientos. Miré al frente, y lo vi.