Hoy no vi nada, nada que merezca mencionar aquí.
El sábado sí. Un pequeño camino abandonado en medio de plantaciones de café en la parte más alta de donde vivo. Aves, mariposas, un par de culebrillas... Mientras subes, de frente tienes más subida y un camino que conforme avanzas se cierra más sobre ti y se hace más intransitable cada vez, pero de espaldas se te va presentando, imponente, el Valle Central. Ya arriba, tienes al alcance de una mirada todo: el nuevo Estadio Nacional, el Banco Nacional, los edificios del oeste, al fondo el desorden de casitas en el sur, los nuevos edicios del centro, todo.
Es magnífico: increíble vista, un silencio que se perturba sólo por el viento o los animalillos y una excelente oportunidad para ejercitarse.
Me prometo ir más seguido.
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.