No para mí. Al final, jamás podría escapar de dos personas: de mí misma y de Dios, del cual no hay lugar donde pueda uno esconderse...
No para mí. Al final, jamás podría escapar de dos personas: de mí misma y de Dios, del cual no hay lugar donde pueda uno esconderse...
Para finiquitar una contienda, no siempre es necesario ser uno quien dice la última palabra. Se proclama uno satisfecho y victorioso; cuando el argumento enemigo empieza a tornarse incoherente, vacío, desesperado y sin sentido...