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Tema: LA ARQUEOLOGIA, SiN RASTRO DEL EXODO

  1. #121
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    Cita Iniciado por tomas0402 Ver Mensaje
    Según el relato bíblico, los hijos de Israel vagaron por el desierto y las montañas de la península del Sinaí desplazándose y acampando en distintos lugares durante un total de cuarenta años (Figura 8). Aunque el número de israelitas huidos (seiscientos mil, según el texto) constituya una exageración fabulosa o se pueda entender como la representación de grupos humanos más reducidos, el texto describe, no obstante, la supervivencia de un gran número de personas en las condiciones más dificultosas.
    Debería haber aparecido algún resto arqueológico de sus andanzas por el Sinaí a lo largo de una generación. Sin embargo, si exceptuamos los fuertes egipcios situados a lo largo de la costa norte, nunca se ha identificado en el Sinaí ni un solo lugar de acampada o signo de ocupación de la época de Ramsés II y sus inmediatos predecesores y sucesores. Y no ha sido por falta de intentos. Las repetidas prospecciones arqueológicas realizadas en todas las regiones de la península, incluida la zona montañosa de los alrededores del emplazamiento tradicional del monte Sinaí, junto al monasterio de Santa Catalina (véase Apéndice B), solo han proporcionado pruebas negativas: no se ha encontrado un solo fragmento, ninguna estructura o casa ni resto alguno de un campamento antiguo. Se podría alegar que no es esperable que una partida relativamente pequeña de israelitas errantes dejara tras de sí restos materiales. Sin embargo, las técnicas arqueológicas modernas son muy capaces de hallar en todo el mundo huellas incluso de los escasísimos restos dejados por cazadores, recolectores y pastores nómadas. De hecho, el registro arqueológico de la península del Sinaí presenta testimonios de una actividad pastoril en épocas como el tercer milenio a. de C. y los periodos helenístico y bizantino. En el supuesto momento del éxodo, siglo XIII a. de C., no existen, sencillamente, ese tipo de pruebas.
    La conclusión —la idea de que el éxodo no tuvo lugar en el tiempo y de la manera descritos en la Biblia— parece irrefutable cuando examinamos las pruebas en lugares concretos donde se decía que los hijos de Israel habían acampado durante largos periodos en su peregrinar por el desierto (Números 33) y donde es casi seguro que, de haber existido, se habría hallado algún indicio arqueológico. Según la narración bíblica, los hijos de Israel acamparon en Cades Barne durante treinta y ocho de los cuarenta años de sus andanzas. La localización general de este emplazamiento es clara por la descripción de la frontera meridional del territorio de Israel en Números 34. Los arqueólogos lo han identificado con el gran oasis bien regado de Ein el-Qudeirat, en el Sinaí oriental, en la frontera entre los modernos Israel y Egipto. El nombre de Cades pervivió, probablemente, durante siglos en el de una pequeña fuente próxima llamada Ein Qadis. En el centro del oasis se alza un pequeño tell con los restos de un fuerte del periodo final de la Edad del Hierro. Sin embargo, repetidas excavaciones y prospecciones realizadas en toda la zona no han proporcionado ni la más mínima prueba de actividad al final de la Edad del Bronce, ni siquiera un solo cascote dejado por alguna minúscula banda de asustados refugiados en fuga.
    [...]Pero, por desgracia para quienes buscan un éxodo histórico, esos lugares se hallaban despoblados precisamente en el momento en que, según se cuenta, tuvieron un papel en los sucesos del paso de los hijos de Israel por el desierto.
    (La Biblia desenterrada)
    Origen del hilo

  2. #122
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  3. #123
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  4. #124
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  5. #125
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  6. #126
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    "Sin embargo -sigue Finkelstein, que trabaja en la Facultad de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv y es considerado uno de los mayores expertos en cuestiones de arqueología bíblica-, no hay evidencia de la propia historia del Exodo, ni en Egipto ni en el Sinai, y lo que es percibido por evidencia histórica en fuentes egipcias puede ser interpretado de diferentes maneras".
    Incluso, añade el experto, la historia bíblica parece no estar sintonizada "con la situación política" imperante en Canaán en esa etapa de la Era del Bronce tardía, cuando "una poderosa administración egipcia" controlaba la región y podría haber desbaratado sin problemas la invasión de grupos desde el desierto, como los israelitas que llegaban al mando de Moisés y su hermano Aarón.

    "Adicionalmente -abunda-, muchos de los detalles del relato bíblico se ajustan mejor a un periodo posterior en la historia de Egipto, de alrededor de los siglos 7 y 6 antes de la era cristiana, más o menos el momento en que la Biblia tal y como la conocemos hoy se estaba escribiendo".

    Finkelstein dice que, a su juicio, "esta no es una historia inventada por autores posteriores, ya que hay referencias al Éxodo en los libros de Oseas y de Amós, que muy probablemente se remontan al siglo 8 antes de la era cristiana, lo que sugiere que se trata de una tradición antigua".

  7. #127
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    La falsa inscripción bíblica del siglo X antes de Cristo o el fundamentalismo religioso camuflado de ciencia

    ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡La arqueología ha probado que la Biblia se escribió siglos antes de lo que hasta ahora postulaban algunos incrédulos! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡La ciencia ha confirmado que el bíblico Reino de Israel, el de Salomón y David, existía en el siglo X antes de Cristo (aC)! Y, cómo no podía ser menos, la noticia la han dado prestigiosos medios de comunicación. No en vano, la información procede de la Universidad de Haifa, y la nota de prensa -titulada "Descifrada la más antigua inscripción bíblica hebrea"– ha sido rebotada nada menos que por Eurekalert!, el servicio de noticias de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Entiendo la entrega acrítica de The Jerusalem Post y Haaretz, pero no la de otros medios sin intereses políticos en el asunto como la revista National Geographic y el sitio ScienceDaily. Vayamos con los hechos, de los que por estar de vacaciones me enteré ayer a media tarde con días de retraso.
    El arqueólogo Yosef Garfinkel, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, desenterró en 2008 en Khirbet Qeiyafa, cerca del valle de Elah, un trozo de cerámica de 15 centímetros de altura por 16 de anchura con una incripción en tinta que dató hacia el siglo X aC, la época en la que según la tradición judía existió el bíblico Reino de Israel. El asentamiento de Khirbet Qeifaya está siendo excavado por la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuyos expertos lo consideran un enclave fortificado de tiempos de David y lo identifican con la ciudad de Saaráin citada tres veces en la Biblia: Josué 15, 36; 1 Samuel 17, 52; y Crónicas 4, 31. Los responsables de los trabajos destacan que en la zona tuvo lugar "una de las batallas más famosas de la Historia, la batalla entre David y Goliat".

    Un año después del hallazgo del fragmento de cerámica, el historiador Gershon Galil, jefe del Departamento de Estudios Bíblicos de la Universidad de Haifa, asegura haber descifrado la inscripción y que se trata del primer texto bíblico conocido: "Esto indica que el Reino de Israel ya existía en el siglo X aC, y que al menos algunos de los textos bíblicos fueron escrito cientos de años antes de lo que creían los investigadores hasta ahora". No es ninguna tontería. A excepción de ese trozo de cerámica, todas las pruebas arqueológicas conocidas apuntan a que el Reino de Israel bíblico es una ficción, a que en el siglo X aC Jerusalén era una aldea, a que Salomón y David -de existir- fueron caudillos tribales y a que el Antiguo Testamento se redactó en tiempos de Josías (639-609 aC) con fines propagandísticos, para dotar de un pasado glorioso al pueblo judío. ¿Echa un trozo de cerámica por los suelos décadas de arqueología seria? Veámoslo.

    La traducción de la inscripción de Galil dice aproximadamente (entre corchetes, texto supuesto):

    1 … no hagas [eso], pero adora al [Señor].
    2 Juzga al es[clavo] y a la viu [da] / Juzga al huer[fano] 3 [y] al extranjero. [Re]za por el niño / reza por el po[bre y] 4 la viuda. Rehabilita [al pobre] a manos del rey.
    5 Protege al po[bre y] al esclavo / [apo]ya al extranjero.

    Según Galil, "este texto es una declaración social respecto a los esclavos, las viudas y los huérfanos", en la que se utilizan palabras y referencias exclusivas de la cultura hebrea. "Incluye elementos sociales similares a los encontrados en las profecías bíblicas y muy diferente de profecías escritas por otras culturas para la glorificación de los dioses y el cuidado de sus necesidades físicas", sostiene el experto, quien sostiene que la inscripción tiene un contenido equiparable al de Isaías 1, 17; Salmos 72, 3; Éxodo 23, 3 y otros fragmentos bíblicos. Eso le lleva a concluir que "resulta muy razonable sostener que en el siglo X aC, durante el reinado del rey David, hubo autores en Israel capaces de escribir textos literarios e historias complejas como las de los libros de los Jueces y Samuel".

    A primera vista, no me parecía que del texto pudiera deducirse ni que el glorioso Reino de Israel existiera hace 3.000 años ni que estuviéramos ante una "inscripción bíblica hebrea"; pero yo sólo soy un periodista. Por eso, decidí ponerme en manos de expertos de mi confianza y escribí sendos mensajes de correo electrónico a Israel Finkelstein y Ze'ev Herzog, miembros del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv a quienes manifesté mis dudas abiertamente. Les dije que no veía nada en la traducción que probara la existencia del Reino de Israel y que tampoco entendía lo que lleva a Galil a concluir que estamos ante un texto bíblico, ya que el supuesto parecido con fragmentos del Antiguo Testamento no prueba nada porque los escribas de tiempos de Josías bien pudieron tradiciones anteriores en la línea de esta inscripción cuando redactaron la Biblia. Todo eso suponiendo que la información que había trascendido fuera cierta, claro. Y les pedí su opinión sobre el hallazgo y lo que se estaba diciendo en los medios.

    Finkelstein, coautor del libro La Biblia desenterrada, fue contundente en su respuesta: "Mi interpretación del yacimiento de Khirbet Qeiyafa es muy diferente de lo que se lee en los periódicos últimamente. No creo que los hallazgos reflejen en modo alguno el Reino de Judá; no creo que ese asentamiento de la Edad de Hierro estuviera fortificado; la identidad de sus pobladores tampoco está clara; probablemente estaban sometidos a los poderosos filisteos de la cercana Gat; su nombre de tiempos bíblicos probablemente seguirá siendo un enigma (es decir, no podemos identificar la aldea con la Saaráim bíblica); el ostracon -fragmento de cerámica con texto- protocananeo es parte de un grupo de inscripciones similares que se encuentra sólo en la Sefelá -tierras bajas- y en la llanura costera del sur (nunca se ha encontrado una en Judá) y, por tanto, pertenece a ese entorno cultural. El lenguaje del ostracon está más allá de mi especialidad".

    La traducción del texto

    Herzog me explicó, por su parte, que "las fortificaciones en Khirbet Qeiyafa son muy probablemente del período helenístico, y la inscripción, así como parte de la cerámica, corresponde a un pequeño asentamiento de la Edad del Hierro I. No estamos ante una prueba de la existencia del Reino de David, en absoluto". Y, para que me hiciera a la idea del valor de la inscripción, me remitió al blog de Neil A. Silberman, coautor de La Biblia desenterrada, quien considera que estamos asistiendo, otra vez, al "espectáculo del fundamentalismo religioso disfrazándose de arqueología científica" y que la traducción del texto propuesta es "una fantasía que entusiasmará a los fieles y que demuestra poco más que la habilidad de Galil a la hora de hacer crucigramas". Silberman advierte de que hay otra primera"que da una mejor idea de la magnitud de la incertidumbre de la reconstrucción":

    1 No hagas [¿algo malo?] y sirve a [¿nombre de persona?] 2 gobernante de [¿nombre geográfico?]… gobernante…
    3 [¿nombres geográficos?]…
    4 [irreconocible] y siembra el juicio sobre YsD rey de Gath…
    5 seren de G[¿aza?]… [irreconocible]…

    "Basta ver el dibujo [de la inscripción] que presenta Galil para darse cuenta de la extensión que alcanzan las letras dudosas o inexistentes, representadas como perfiladas. ¿Ciencia? ¿O test de Rorschach epigráfico?", se pregunta retóricamente Silberman.

    ¿Qué nos queda después de todo? Una inscripción de hace 3.000 años, descubierta en una aldea de la época que luego se fortificó durante el período helenístico, y que no se sabe qué dice. ¿Y la conexión con la Biblia, con David, Salomón, Goliat…? Pues la misma que la de los círculos del cereal con visitantes de otros mundos. Pero el fundamentalismo religioso y político judío necesita que el Antiguo Testamento sea históricamente cierto para justificar sus pretensiones y, como cualquier otro nacionalismo, no tiene reparos a la hora de manipular la Historia.

  8. #128
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    El fin del mito del reino de David

    Se descubre una residencia del siglo X a.C. que evidencia la presencia judía más allá de Jerusalén en esa época

    Según la leyenda bíblica, David fue el rey israelita que, antes de ser monarca, evitó que su pueblo fuese esclavizado por los filisteos tras derrotar en combate al gigante Goliat armado con una honda. Se dice, además, que él y su hijo Salomón fueron los monarcas que encabezaron el Reino bíblico de Judá, después Reino de Israel, en su época de mayor esplendor. La Biblia los ubica a ambos temporalmente alrededor del siglo X a.C., una época de la cual apenas se tenía constancia arqueológica en tierra israelí, lo que dificultaba la creencia de que realmente hubiese existido dicho reino. Una excavación realizada por un grupo de arqueólogos de la Universidad Bar Ilán, comandados por el profesor Avraham Faust, ha brindado luz a este respecto.

    Después de 10 años de excavación en Tel'Eton, una localidad ubicada en el sudeste de la región israelí de Shephelah, Faust ha certificado la existencia de una estructura arquitectónica datada en el mismo siglo X a.C. Dicha edificación, dado su tamaño, su localización (en la cima de un montículo desde la que se divisan con facilidad los alrededores) y la calidad de sus materiales de construcción y las vajillas encontradas, ha sido atribuida a personas de clase alta y nombrada como La residencia del gobernador.

    El estudio que analiza la importancia de este hallazgo, publicado en la revista Radiocarbon de la Universidad de Cambridge por el propio Faust junto al arqueólogo Yair Sapir, alcanza una doble conclusión. La primera está relacionada con la aportación de pruebas para la existencia del citado Reino de Israel. En este sentido, resulta clave el hecho de que se trate de una estructura arquitectónica conocida como casa de cuatro habitaciones, ampliamente extendida en la antigua sociedad israelita, aunque no de exclusivo empleo suyo.

    Este tipo de estructura consistía básicamente en un edificio de tres secciones con una adicional en la parte trasera, aunque el número de habitaciones no era invariable y el nombre permaneció por el mero hecho de tratarse de una edificación muy característica e identificable. Además, el análisis de los materiales de construcción revela el empleo más temprano encontrado hasta la fecha de la piedra de sillar, la cual se empezaba a registrar a partir del siglo VIII a.C.

    El reino tuvo que tener algún monarca, fuese este o no David o Salomón.

    La aparición de restos de este perfil, tan estrechamente vinculados con el tipo de construcción y los materiales de la sociedad israelita, lleva a los investigadores a la conclusión de que sí pudo existir un Reino de Israel que, alrededor del siglo X a.C., se extendiese más allá de las tierras de Jerusalén. Un Reino que, en palabras de Faust y Sapir, "tuvo que tener algún monarca, fuese o no su nombre David o Salomón".

    La segunda línea de conclusiones trazada por la investigación de la Universidad Bar Ilán está relacionada con lo que ellos denominan el efecto de la casa antigua. Según ellos, este efecto provoca que la aparición de escasas evidencias arqueológicas sean interpretadas más como una cuestión anecdótica que como algo revelador de la conformación sociopolítica de una época concreta.

    En este sentido, Faust y Sapir fijan su mirada en el contexto al que los devuelve su hallazgo. La residencia del gobernador, cuyos materiales datan del siglo X a.C. tras un análisis con radiocarbono, presenta evidencias de haber sido destruida en una invasión asiria alrededor de doscientos años después, dada la gran cantidad de vajillas rotas encontradas. De este modo, y partiendo del hecho de que esta edificiación estuviese construida de tal forma que permite intuir la existencia de otras en su entorno, se plantean si dichas invasiones pudieron ser la causa de que una civilización quedase oculta.

    En lugar de suponer, dada la falta de un mayor número de evidencias concluyentes para afirmar la existencia rotunda del Reino de Israel, los investigadores abren la vía para pensar en que La residencia del gobernador pudiese ser solo la cumbre de algo mucho mayor. La aproximación a la realidad de un reino que, hasta ahora, solo había habitado la leyenda.

  9. #129
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    Ni creo que nunca la habrá de este Dios/dios que no es hijo de ningún hombre, y que se cree esta por todos lados y no se mira.




    https://www.history.com/news/was-jes...rical-evidence

  10. #130
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    "El Exodo no existió", afirma el arqueólogo Israel Finkelstein

    Sus investigaciones han revolucionado la disciplina de la arqueología bíblica

    TEL AVIV.– Israel Finkelstein es un hombre de suerte: aunque sus trabajos de arqueología cuestionan el origen divino de los primeros libros del Antiguo Testamento, judíos y católicos acogen sus hipótesis con auténtico interés y, curiosamente, no lo estigmatizan.

    Este enfant terrible de la ciencia revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica relatada en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos no responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el contrario, esa gesta es un brillante producto de la imaginación humana y que muchos de sus episodios nunca existieron.

    El Pentateuco “es una genial reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío, realizada 1500 años después de lo que siempre creímos”, sostiene Finkelstein, de 57 años, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv.

    Añade que esos textos bíblicos son una compilación iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquel momento, ese reino israelita del Sur comenzó a surgir como potencia regional, en una época en la cual Israel (reino israelita del Norte) había caído bajo control del imperio asirio.

    El principal objetivo de esa obra era crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión. El proyecto, que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que han marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología bíblica, Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el Génesis, el Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos han traído esos episodios que relatan la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y su familia -fundadores de la nación judía-, el éxodo de Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El arqueólogo recibió a LA NACION en la Universidad de Tel Aviv.

    -Durante más de veinte siglos, los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.

    -Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco. Según el Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la pluma del profeta Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del Cantar de los Cantares.

    -Y sin embargo?

    -Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de contradicciones. ¿Cómo es posible -preguntaron los especialistas- que haya sido el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?

    -Usted afirma que el Pentateuco fue escrito en una época mucho más reciente.

    -La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.

    -Según la Biblia, primero fue el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico abunda en informaciones cronológicas precisas.

    -Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Exodo, la travesía del desierto, la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán unos 2100 años antes de Cristo.

    -¿Y no es así?

    -No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten precisar el momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas está llena de camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Medio Oriente mucho después del año 1000 a.C. La historia de José dice que la caravana de camellos transporta "goma tragacanto, bálsamo y láudano". Esa inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos -grupo migratorio proveniente del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la llanura litoral de Canaán a partir de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y VII a.C.

    -El heroísmo de Moisés frente a la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También eso es leyenda?

    -Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV a.C. En cuanto al Exodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.

    -¿Por qué?

    -Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares, perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después del Exodo, mucho después de la emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 o 50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.

    -En resumen, los hebreos nunca conquistaron Palestina.

    -Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.

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