Como escribió Jhon Foster, erudito escritor y teólogo (1770-1843)
" La sorpresa se vuelve entonces al gran proceso, por el cual un hombre pudiese alcanzar a poseer la gran inteligencia capaz de saber que no hay Dios. ¡Cuántos siglos y cuánta luz se necesitan para llegar a obtener tal certeza! Esa inteligencia abarca los propios atributos de la Divinidad, mientras que se niega a Dios. Pues a menos que ese hombre sea omnipresente, a menos que ese hombre esté en todas partes al mismo tiempo, él no puede saber si en algún lugar hay una manifestación de la Deidad, por la cuál él sería derrotado. Si él no sabe o conoce absolutamente todos los agentes del universo, aquél que es desconocido para él, puede ser Dios. Si él mismo no es el agente principal del universo, y no sabe quién realiza esa función, aquel que la realiza, puede ser Dios. Si él no tiene la posesión absoluta de todas las proposiciones que constituyen la verdad universal, tal vez aquella que él no posee demuestra que hay un Dios. Si él no puede con certeza explicar las causas de todo lo que ve y sabe que existe, esa causa puede ser un Dios. Si él no sabe todas las cosas que han sido hechas en las recónditas edades pasadas, algunas cosas pueden haber sido hechas por un Dios. Por lo tanto, a menos que él sepa todas las cosas, es decir, que cancele a Dios haciéndose a sí mismo un dios , él no puede saber si el Ser cuya existencia él está negando, no existe. Pero él debe saber que él no existe, desde otra manera, merece ser tratado con el mismo desdén y compasión por la osadía con la que tan firmemente confiesa su creencia y la practica "
Ensayos,i, carta v, citado por Miley, Teología Sistemática I, 113.