A finales del siglo lV, los obispos además de ser autoridades religiosas tenian mando político. En Alejandría nos encontramos con Teófilo, que bajo su baculo episcopal tenía a los “parabalanos”. Eran unos monjes, que llenos de santo espiritu religioso cometían las mayores atrocidades. El mundo estaba sometido al diablo y había que combatirlo.
¡No era necesario en Alejandría buscar mucho para encontrar la morada de Satanás! Estaba en el Serapión. Allí se veneraba al dios Serapis representado por colosal escultura. Los “parabalanos” con picas y hachas derribaron al ídolo saquearon el templo y en procesión por la ciudad, se mofaban de los creyentes. Después vino la vorágine de la quema de templos paganos.
A Teófilo, le sucede su sobrino Cirilo. Era un sujeto, que en opinion del sínodo de obispos “monstruo nacido y educado para la destrucción de la Iglesia”. Los judíos pueden dar buena cuenta de ello. A causa de una ley que dictó prohibiendo teatro y baile, al que estos eran aficionados hubo protestas. Se caldean los ánimos y hay riñas entre cristianos y judíos. Hubo varios muertos, que Cirilo toma como pretexto para la represalia. Saquea las sinagogas y las convierte en iglesias. Complementa el trabajo despojando a los judíos de sus bienes y expulsándolos de la ciudad. Los “parabalanos” conduce a esta masa hacía el desierto abandonándolos a su suerte ¡Sin más!
Orestes era el gobernador civil. Era cristiano, pero como buen amigo de Hipatia se niega a someterse a directrices sectarias. Nada puede hacer contra Cirilo y sus matones. Así que el escribe al emperador narrándole lo sucedido. La repuesta del obispo es la de presentarse ante el gobernador con los Evangelios en la mano. Busca atraerlo a su lado por medio de la Religión. De nada sirve. Se caldea el ambiente, y desde las cercanas colinas donde tienen su guarida bajan más de quinientos “parabalanos”. Salen al encuentro de Orestes y la acusan de idolatra pagano. Uno de los monjes lanza una piedra, que hiere gravemente al gobernador. Al ver la sangre el resto de los “parabalanos” huye.
Mal herido queda en el suelo Orestes. Algunos vecinos, que por miedo no han intervenido, le auxilian hasta que se recupera. Pasada la convalecencia manda buscar al agresor, al que se tortura hasta que confiesa. Más las torturas devienen en muerte.
Muchos ciudadanos, entre los que se encuentra Hipatia toman partido por Orestes. Son partidarios de que la Ley sea impartida por jueces gubernamentales y no por energúmenos. Y es en ese momento cuando de levantan voces acusando a Hipatia ¿No es ella la que envenena con sus palabras?