La serpiente dijo a la mujer: “Positivamente no morirán (Gén. 3:4).

Adán sabía bien que las serpientes no hablan. Así que, cuando una serpiente habló con Eva, tal vez él imaginó que quien hablaba en realidad era un espíritu (Gén. 3:1-6). Ninguno de los dos sabía casi nada sobre él. Aun así, Adán decidió darle la espalda a su amoroso Padre celestial y unirse a la rebelión de aquel desconocido (1 Tim. 2:14). Jehová comenzó de inmediato a dar información sobre este enemigo que había corrompido a Adán y Eva, y prometió que acabaría con él. Pero también advirtió que durante un período este espíritu atacaría a los que aman a Dios (Gén. 3:15). Jehová, que es muy sabio, nunca nos ha dicho cómo se llama el ángel rebelde. Y decidió esperar dos mil quinientos años para darnos a conocer el término descriptivo que usa para referirse a él (Job 1:6).
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