Las sectas, o religiones minoritarias, ofrecen a quien vaya perdido por la vida la posibilidad de una evasión que le costará muy cara.

La suerte es que una vez adoctrinado convenientemente, no se entererá y vivirá en un mundo ficticio que se encuentra a años luz de la realidad diaria de los otros mortales, y jamás habrá aprendido a conducir su propio vehículo porque estará teledirigido, cosa que en el colmo de la estupidez humana, todavía agradecerá.