Jehová Dios plantó un jardín en Edén
y allí puso al hombre que había formado (Gén. 2:8).

La palabra Edén significa “Placer” o “Deleite”, un nombre muy adecuado para aquel lugar. Había comida abundante, hermosos paisajes y paz entre los hombres y los animales (Gén. 1:29-31). Cuando el texto hebreo se tradujo al griego, la palabra hebrea para jardín se tradujo usando el término griego parádeisos. Cierta enciclopedia dice que, cuando un griego escuchaba esta palabra, se imaginaba un parque amplio y hermoso protegido de todo mal, con árboles impresionantes que producían diversos frutos, así como arroyos de agua cristalina en cuyas riberas cubiertas de hierba pastaban grandes rebaños de antílopes y ovejas (Cyclopaedia, de M’Clintock y Strong; compare con Génesis 2:15, 16). Esto nos ayuda a entender por qué podemos llamar paraíso al jardín de Edén. Dios puso a Adán y Eva en un jardín como ese, pero después los expulsó porque le desobedecieron. Así, tanto ellos como sus descendientes perdieron el Paraíso (Gén. 3:23, 24). Ese hermoso lugar quedó deshabitado hasta que desapareció, al parecer en el Diluvio

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