ALMA
Desnudos en la bañera, rodeados de ligera espuma de jabón y apenas iluminados por la luz de su cigarrillo, era como dejábamos las horas pasar.
- "Déjame jugar con tu mente."
Sus palabras siempre causaban escalofríos en mi piel. Ella lo notaba y con caricias y besos lograba tranquilizarme. Alma sabía perfectamente bien que yo podía morir de amor por ella. Era mi todo. Mi nada. Seguía siendo esa mujer lejana que siempre fue.
- "Anda, solo un momento."
Su voz acariciaba mi mente como si fuesen delicados trozos de terciopelo. Así lograba convencerme.
- "Una a la vez. Esta vez, quiero que seas preciso."
Como casi siempre, yo aceptaba. Era entonces cuando tomaba una navajilla y trataba de hacer el corte que ella quería. Ella discutía conmigo, pues no conseguía esa hermosa herida aún y amenazaba con su partida. Así fue como logré tener tantos cortes en mis brazos; tantos que ya no llevo la cuenta.
Esta noche, decidí que sería la noche. Haría feliz a Alma, finalmente conseguiría su aprobación. Ella no discutiría más y se quedaría a mi lado. Así me lo tenía prometido.
Delicadamente, tomo la navajilla y hago un corte profundo en una de mis muñecas. Veo como Alma sonríe feliz. ¡Ese es el corte preciso! Profundo. Exacto. Justo en el mismo lugar en el que ella tiene los suyos.
- "La otra muñeca, anda."
Repito el procedimiento y ella sonríe extasiada.
- "Deja tus manos dentro del agua. Déjate llevar."
Dejo caer mis muñecas en el agua y voy sintiendo como la sangre me abandona. Alma sale de la bañera y me espera, rodeada de luz.
Ya no sería una mujer lejana, ya era mía. La muerte es nuestro vínculo sagrado y eterno.
Cierro mis ojos y siento como ella se acerca para besarme lentamente. La eternidad espera.