Convierten el cristianismo en una filosofía
Entre los opositores había algunos, como el filósofo Celso, que acusaban a los cristianos de no ser más que simples “cardadores de lana, zapateros, [...] personas de la mayor ignorancia y desprovistas de toda educación”. Cansados de tanta burla, los apologistas adoptaron una nueva estrategia para reivindicar su buen nombre: pusieron al servicio de la causa “cristiana” la sabiduría humana que antes habían condenado. Clemente de Alejandría, por ejemplo, afirmó que cierta filosofía era “verdadera teología”. Algo parecido ocurrió con Justino. Aunque afirmaba rechazar el pensamiento pagano, fue el primero en emplear términos y conceptos filosóficos para expresar ideas supuestamente cristianas. Según él, ese tipo de cristianismo era “la filosofía segura y provechosa”.
Como parte de su nueva estrategia, los apologistas dejaron de atacar la filosofía pagana y trataron de demostrar que su filosofía cristiana era superior. Justino lo explicó así: “Hay cosas que decimos de modo semejante a los poetas y filósofos que vosotros estimáis, y otras de modo superior y divinamente”. Además, empezaron a reclamar el respeto que el pensamiento cristiano —ahora engalanado con palabrería filosófica— merecía por su antigüedad. Los apologistas sostenían que los profetas de la Biblia eran anteriores a los filósofos griegos y que sus escritos sagrados eran mucho más antiguos que las obras griegas. Algunos incluso concluyeron que los pensadores griegos habían copiado a los profetas. Prácticamente convirtieron a Platón en discípulo de Moisés.
Una versión distorsionada del cristianismo
La filosofía pagana terminó contaminando el cristianismo. Entre otras cosas, se establecieron paralelos entre los personajes bíblicos y los dioses griegos. A Jesús, por citar un caso, lo compararon con Perseo, de quien se dice que su madre, Dánae, era virgen, como María.
También se modificaron bastante algunas doctrinas. El texto bíblico original, por ejemplo, llama a Jesús “el Logos”, que quiere decir “la Palabra”, o portavoz, de Dios (Juan 1:1-3, 14-18; Revelación [Apocalipsis] 19:11-13). Pero Justino tergiversó esta enseñanza desde el mismo principio. Al más puro estilo de los filósofos, jugó con los dos posibles sentidos del término griego lógos, que puede significar tanto “palabra” como “razón”. Justino decía que los cristianos reciben la palabra en la persona de Cristo. Sin embargo, como la razón está presente en todos los seres humanos, incluidos los paganos, concluyó que todos los que viven conforme a la razón son cristianos, incluso quienes afirmaban ser ateos o se los tenía por tales, como Sócrates y otros filósofos.
Pero la cosa no quedó ahí. Al querer identificar a Jesús con el lógos de la filosofía griega —un concepto muy relacionado con la persona de Dios—, algunos apologistas, como Tertuliano, sembraron la semilla de lo que acabaría siendo el dogma de la Trinidad.
Otro concepto que modificaron fue el del alma. En los escritos bíblicos originales, la palabra que se traduce “alma” aparece más de 850 veces, de las cuales más de 100 aparecen en griego. Y en todos los casos alude a seres vivos —animales o humanos— que pueden morir (1 Corintios 15:45; Santiago 5:20; Revelación 16:3). Sin embargo, los apologistas introdujeron la idea platónica de que un alma invisible e inmortal existe aparte del cuerpo. Minucio Félix llegó a decir que la enseñanza de Pitágoras sobre la transmigración del alma contenía los elementos esenciales de la doctrina cristiana de la resurrección. Desde luego, no se puede negar que la filosofía griega los distanció mucho de la verdad bíblica.