Cita Iniciado por doonga Ver Mensaje
Todo lo contrario, el yo está compuesto por un conjunto de apegos que te impiden conocer lo real.

Dice que la realidad es lo que vemos, pero que no tenemos acceso a lo real, a menos que nos desprendamos (uff, que difícil) de los prejuicios.

Algo como sentarse en una silla, y apagar la radio que tenemos adentro.
Me confundís con "todo lo contrario" puesto que creo que dijimos lo mismo. Como sea, comprendo, hace referencia al significado y significante del cual hablé en mi anterior comentario, aunque aquí hay un juego de palabras que puede malinterpretarse, la "nadidad" de la cual habla alude a la irrealidad, lo cual no siempre coincide con la inexistencia (algo íntimamente asociado a la nada, en primera y última instancia)... lo irreal puede tener o no asidero en la inexistencia en términos de ausencia (ausencia de realidad), en especial cuando nos salinos del terreno material y vamos al simbólico (que es de lo que habla Gurgjieff al referirse al YO).

En resumen, esta "nadidad" no es la nada de la cual hablás en un inicio del hilo... no es física, es simbólica... el hombre establece convenciones -ideas, conceptos y pre-conceptos- que pueden terminar alejándose de la realidad hasta la enajenación misma. Esas convenciones conforman la Cultura, y "la realidad" física está asociada con su supuesto opuesto "Naturaleza".

Respecto a esto me gusta más la idea de simulacro (más que "nadidad") de Baudrillard, que desarrolla especialmente en su libro "Cultura y simulacro". En él habla de que hemos llegado a desarrollar un hiperrealismo. Lo expresa figurativamente en el inicio del libro, poniendo como ejemplo un cuento de Borges basado en la existencia fantástica de un mapa a escala real del territorio. Copio un par de fragmentos:

Si ha podido parecemos la más bella alegoría de la simulación aquella fábula de Borges en que los cartógrafos del Imperio trazan un mapa tan detallado que llega a recubrir con toda exactitud el territorio (aunque el ocaso del Imperio contempla el paulatino desgarro de este mapa que acaba convertido en una ruina despedazada cuyos girones se esparcen por los desiertos
—belleza metafísica la de esta abstracción arruinada, donde fe del orgullo característico del Imperio y a la vez pudriéndose como una carroña, regresando al polvo de la tierra, pues no es raro que las imitaciones lleguen con el tiempo a confundirse con el original) pero ésta es una fábula caduca para nosotros y no guarda más que el encanto discreto de los simulacros de segundo orden.

Hoy en día, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio —PRECESIÓN DE LOS SIMULACROS— y el que lo engendre, y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los girones del territorio
los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El propio desierto de lo real.

(...)

Disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene. Lo uno remite a una presencia, lo otro a una ausencia.
Pero la cuestión es más complicada, puesto que simular no es fingir: «Aquel que finge una enfermedad puede sencillamente meterse en cama y hacer creer que está enfermo. Aquel que simula una enfermedad aparenta tener algunos síntomas de ella» (Littré). Así, pues, fingir, o disimular, dejan intacto el principio de realidad: hay una diferencia clara, sólo que enmascarada. Por
su parte la simulación vuelve a cuestionar la diferencia de lo «verdadero» y de lo «falso», de lo «real» y de lo «imaginario». El que simula,
¿está o no está enfermo contando con que ostenta «verdaderos» síntomas? Objetivamente, no se le puede tratar ni como enfermo ni como no–enfermo. La psicología y la medicina se detienen ahí, frente a una verdad de la enfermedad inencontrable en lo sucesivo.

https://www.u-cursos.cl/usuario/8c88...audrillard.pdf