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Nació en un basural sobre las páginas de un libro rasgado y húmedo, escrito por un tal Machado. Pese al estado, pudo leer algunas estrofas:
Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.
Fue tan impactante y esperanzador que un humano se refiriera a ella de esa manera, que la mosca se puso como meta conocer esos seres grandotes, con solo dos ojos y poquitas patas.
Por una ventana abierta entró en una casa y comenzó a inspeccionarla. Había cuatro personas en diferentes habitaciones. Al observarlos de cerca se compadeció al ver sus rostros. Aunque pareciesen entretenidos con unos aparatitos que tenían en sus manos que emitían una luz parpadeante, había un tremendo vacío en sus semblantes. Estaba segura que en sus largos 20 días de vida que tendría por delante, jamás se sentiría tan sola como esos humanos parecían estar.
Ella no podía mover la cola como un perro, ni refregarse en las piernas como un gato para demostrarles cariño y comprensión, pero ya encontraría como hacerlo.
Llena de amor y buenas intenciones la mosca intentó una tímida aproximación. Se posó sobre la oreja para susurrarle que no estaba solo, pero fue espantada por un brusco movimiento de rechazo. Le siguieron otros intentos, pero la respuesta era la misma.
Todo fue inútil. Ellos no querían saber de nada que los distrajera del poderoso imán que atraía sus horas. Decidió despedirse y se posó en los labios para darle un beso. Aquel fue su último acto. En un movimiento rápido y certero, el humano aplastó la mosca entre sus dos palmas.
Ella murió pensando que fue la única que intentó sacarlos del estado hipnótico. Millares de su especie tuvieron (y tendrán) el mismo fin, al intentar consolar aquellos humanos que estaban muertos, aunque todavía respiraran.
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Última edición por EsquizOfelia; 16-dic.-2018 a las 09:18
Razón: Suerte que tengo amigXs. Tenía muchas palabras erradas.
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No seamos voceros del terrorismo.
No difundamos sus crímenes.
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