La ley fue dada a Israel en el Sinaí,
y a ningún otro pueblo de la tierra.


En el libro de Levítico, capítulo 26 y verso 46, dice:
estos son los decretos, derechos y leyes
que estableció el Señor entre sí y los hijos de Israel

en el monte de Sinaí por mano de Moisés”.
Y en 27:34 del mismo libro añade: “Estos son los mandamientos que ordenó el Señor a Moisés, para los hijos de Israel”.

Pablo afirmó esto mismo cuando hablando
de los grandes privilegios de los israelitas como nación,
dijo que entre otros privilegios tenían el de que Dios les había dado a ellos la ley. (Romanos 9:4).

Pablo mismo en el año 58 de nuestra era, escribiendo a una congregación de cristianos, procedentes del judaísmo y del gentilismo, dijo estas palabras: “Porque los gentiles no tienen ley”. Quiere decir, ellos no tienen una ley escrita como la tienen los judíos. (Romanos 2:14).

Y escribiendo a los corintios, (1ª Cor. 9:20,21) dijo: “Me he hecho a los judíos como judío…; a los que están sujetos a la ley como sujeto a la ley. A los que son sin ley, como si yo fuera sin ley”. Aquí Pablo de una manera clara y terminante, determina que solamente los judíos estaban sujetos a la ley, pero los gentiles “son sin ley”. Y ahora, ¿cuál era la situación de Pablo como judío convertido al cristianismo? Pues muy claramente, Pablo nos dice que él ya no está sujeto a la ley de los judíos, ó sea a la del Sinaí, sino a “la ley de Cristo”, al Nuevo Testamento.