Miércoles 27 de diciembre
Yo y el Padre somos uno
(Juan 10:30).


Cuando trabajamos con una persona a la que queremos, pasamos mucho tiempo con ella. Así llegamos a conocerla aún mejor: su personalidad, sus metas y lo que está haciendo para alcanzarlas. Eso es lo que ha pasado entre Jehová y Jesús. Durante los millones y millones de años que han trabajado juntos, han creado una relación de cariño muy fuerte. Así es, forman un equipo perfecto. Jesús le pidió a su Padre que cuidara de sus discípulos. ¿Por qué? “Para que sean uno así como lo somos nosotros”, dijo él (Juan 17:11). Cuando obedecemos a Jehová y predicamos las buenas noticias del Reino, conocemos mejor sus maravillosas cualidades. Aprendemos que lo más sabio es confiar en él y seguir su guía. Cuanto más nos acerquemos a él, más se acercará él a nosotros (Sant. 4:8). Obedecer a Dios y predicar también nos une a nuestros hermanos, pues todos tenemos los mismos problemas, las mismas alegrías y las mismas metas.