[Apologética y teodicea. Comentario 6].
En realidad, ese razonamiento paulino (expuesto en el comentario 5), tendente a asentar la veracidad de la resurrección de Jesucristo, era una apología o defensa de la fe mediante razonamientos. De hecho, la “apología” es básica para la fe, puesto que por medio de ella nos convencemos a nosotros mismos de que estamos en el camino correcto y, de paso, podemos ayudar a otros a afianzarse de la verdad revelada. Sin embargo, la “apología”, o, mejor y de manera más general, la “apologética” (rama de la teología preocupada por la defensa intelectual de la verdad cristiana), no tiene por qué ser agresiva. No se trata de demostrarse uno a sí mismo que tiene la verdad a costa de derrotar o ridiculizar las creencias de los demás, sino, más bien, de convencerse uno de sus propias doctrinas y entonces ofrecer de manera pacífica y respetuosa al prójimo la oportunidad de que éste, si lo desea, se beneficie libremente de nuestro aporte. A este respecto, el apóstol Pedro escribió lo siguiente: “Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa (se sobreentiende: Apología) ante todo el que os demande razón (se sobreentiende: Razones o raciocinio; lógica) de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia (se sobreentiende: Respeto profundo, evitando así herir las susceptibilidades)” (Primera epístola de Pedro, capítulo 3, versículo 15; Biblia de las Américas).