En aporte anterior hice mención al idílico México que presentaba ante el mundo el porfiriato. El despegue económico y social pareció completarse con la celebración del Centenario de la Independencia. Aunque quizás debería decir, que lo celebrado fue en realidad el cumpleaños de Porfirio Díaz ocurrido un día antes de la efemérides anunciada. La realidad es que la patriarcal figura del general se cotizaba en las potencias extranjeras. Era el que había sacado al país de su letargo industrial proyectándolo hacia el futuro.
Así pues, el día 15 de setiembre de 1910, víspera del Centenario, todos los países que mantenían relaciones con México fueron invitados a mandar delegaciones para celebrar junto a D. Porfirio “esta inolvidable ocasión que tan inmensa importancia tiene para nosotros”. La gran mayoría aceptó la invitación. Las crónicas hablan de 37 corresponsales llegados de todas partes del mundo (con todos los gastos pagados por el Gobierno mexicano) y la asistencia de personalidades de relieve, destacándose la presencia del embajador extraordinario de España, Capitán General, Camilo Polavieja, que en nombre del Rey Alfonso Xlll condecoró a D. Porfirio con la Gran Cruz y el Collar de la Orden de Carlos lll. Un honor reservado a la realeza
Los actos protocolarios en los que se sucedieron copiosos banquetes, fuegos de artificio, corridas de toros, inauguraciones de monumentos y toda una serie de festejos que resaltaban el México del momento, se culminaron con el abrazo simbólico con Francia. Las llaves de plata de Ciudad de México entregadas por los conservadores a los franceses en el año 1863 le fueron devueltas a D. Porfirio en urna de plata y cristal. En la misma ceremonia se le entregó por parte española, el uniforme del capturado Morelos, junto a su espada, bastón de mando, sombrero empenachado y cruz pectoral. Guardados en el Museo de Artillería de Madrid, el Capitán General, Camilo Polavieja los trajo consigo para entregarlos al prócer en señal de indeleble amistad.
Lo cierto es que en la suma de todos estos acontecimientos festivos, no hubo ninguna insinuación de la intentona de Iturbide para crear una monarquía, ningún a Antonio López Santana. El emperador Maximiliano fue ocultado y Benito Juárez, el amigo de ayer convertido hoy en enemigo de D. Porfirio por el asunto de la reelección…¡Jamás existió!.
En el anverso de la moneda que son estos fastos existe su reverso. El régimen porfirista había hecho la guerra a los indios mayas del Yucatán, a los tarahumaras de Chihuahua y a los yaquis y mayos de Sonora. El problema de la propiedad de la tierra que existía desde la Conquista se agudizó con D. Porfirio. La concentración de terrenos en manos de unos pocas manos se potenció mediante una serie de leyes agrarias y de colonización. Inmensas parcelas de tierras publicas pasaron a manos de gente influyente o de compañías dedicadas a la especulación. Se vendían a precio de saldo midiéndolas por grados latitud en vez de hectáreas o kilómetros. Las tierras comunales de los indios fueron divididas y vendidas, al no existir título de propiedad. De nada servía el que varias generaciones de esos indios las hubiesen ocupado desde tiempo inmemorial. Así mismo se les manipuló el derecho al uso de aguade riego. Para lograr tal fin se incitaba a rebelarse a las tribus. Los vencidos eran asesinados o prácticamente vendidos como esclavos a los nuevos amos. En estos nuevos latifundios crecieron las “tiendas de raya”.
En las minas y la industria existía también malestar. El periódico “Regeneración” de los hermanos Flores Magón ayudaba a ello. En junio de 1906 se produce una importante huelga en las minas de cobre de Cananea, en el Estado de Sonora. Es la espoleta para que le sigan otras más. El motivo es la diferencia salarial del mexicano respecto al estadounidense. Por una jornada laboral de once horas el nativo recibe la cantidad de tres pesos. Por siete horas diarias el yanqui recibe siete. Los mexicanos se organizan y reclaman la jornada laboral de ocho horas y un sistema de promociones que acabe con los abusos étnicos. No se les hace caso y se va a la huelga. Unos dos mil huelguistas acuden a la maderería de la mina donde eta la mayor parte de los estadounidenses y…¡Son recibidos a tiros!