Les voy a contar nuestra primera historia de este tema:

El latín fue por un buen tiempo el idioma que se habló en el imperio romano, pero con el tiempo, ya la gente no lo comprendía, porque otras lenguas fueron tomando más importancia. Por esa razón había que traducir la Biblia en los nuevos idiomas.

Pero la Iglesia Católica ya no quería aprobar esto.

En 1079, Vratislav, quien más tarde llegó a ser rey de Bohemia, pidió permiso al papa Gregorio VII para traducir la Biblia al idioma de sus súbditos. El papa le negó el permiso. Declaró:

“Para los que suelen reflexionar sobre ello queda claro que no ha sido sin razón que al Dios Todopoderoso le ha agradado que en ciertos lugares la Santa Escritura sea un secreto, no sea que, por ser obvia a todos los hombres, quizás la estimen poco y le falten al respeto; o pudiera ser que los de conocimiento mediocre la entendieran mal, lo cual llevaría al error”

El papa quería que la Biblia permaneciera en latín, que para ese entonces era una lengua muerta. Su contenido permanecería “secreto”; la Biblia no se traduciría en los idiomas de la gente común.

La Vulgata latina de Jerónimo, que se había preparado en el siglo V con el propósito de que todos tuvieran acceso a la Biblia, ahora se convirtió en un medio para mantenerla oculta.