Iniciado por
Oiwa
Y tú... ¿De dónde sacaste este cuento?
De aquí:
Al principio de los tiempos creó Dios un ser sibilino;
hermoso, valiente e indiferente lo creó.
Quiso Dios a este prístino ser mujer llamar
pero al mencionar la palabra atónito quedó
y ahí la suerte plasmó un fatal destino.
Cuando acechar a una sola mujer ya no fue suficiente
para saciar el atisbo soslayado
de aquél que a su Eva a toda hora contemplaba
quiso cinco y seis Evas crear este Dios abnegado
e indulgente consigo procedió El Hábil connivente.
Viendo que sus Evas en el paraíso felices retozaban,
y a los placeres del amor entre ellas sucumbían,
sintió celos este Dios espectador.
Las Evas, sin saber que sus asuntos a Dios incumbían,
despojadas de todo por el paraíso se paseaban.
Privadas del prejuicio, el menester y la ocupación;
la pasión, el placer y la concupiscencia
se apoderaban de sus ciclos de vida.
Con enorme fruición y mutua aquiescencia
pronto las mujeres devinieron en morada para La Seducción.
Envidioso porque de lo impúdico no formaba parte
no quiso más este Dios esconder su desbordamiento.
En forma de un ser medianamente parecido a la mujer,
ostentando viril su forma, caminó al primer acercamiento
pero con hermetismo incontinente ellas negaron su arte.
Enojado este voluptuoso Dios quiso a las mujeres castigar
pues a su etéreo pero desolado lar tuvo que regresar afligido
"Una costilla y su vida inmortal les quitaré
en resarcimiento por desdeñarme y no haberme acogido"
Aunque al final, infinito y misericordioso, el castigo decidió mitigar.
La inmortalidad no es para todos los seres concebidos
pero no por eso han de perecer sin dejar rastro de su existencia
Hijos les daré para prolongar su estirpe.
Con amor primero y luego dolor, hombre y mujer formarán descendencia
pero del amor lésbico, prístino amor, estarán siempre los vástagos excluidos.
Última edición por Nietzscheano; 27-oct.-2015 a las 17:15
Mi pena es sencilla y nada misteriosa y, como tu alegría, por cualquier cosa estalla.