Las enfermeras pajilleras eran mujeres que, sin importar su aspecto físico o edad, prestaban consuelo con maniobras de masturbación a los numerosos soldados heridos en las batallas en guerra.
A falta de antibioticos y otras sarandajas curativas, llegaron a la conclusión que lo más que sanaba al herido era la eyaculación. Cierto es que unos se curaban, y otros no, pero al menos
morían de gusto.
Y me pregunto yo que si en estos tiempos de tantos recortes sanitarios y tantas listas de espera no sería apropiado el recuperar estas prácticas tan saludables y efectivas, pues salen gratis. Y si bien se pueden considerar placebos circunstanciales, al menos la espera se hará más placentera.
El euro por paja es mucho más amable que el euro por receta. No cura, pero bien consuela.