Me sentí infinitamente feliz. Después de una búsqueda intensa por internet y después de algunas decepciones localicé a un sobrino de María, la mujer que fue el amor de mi vida, la luz de mi juventud, la única bien amada por mi corazón y a la que sin embargo traicioné. Hace 40 años la perdí, por correr inconsciente tras los placeres carnales con otra, a la que pasado un tiempo, perdí de vista, salió de mi vida, así como entró, sin sentimientos profundos, sólo atracción sexual.
Pies bien, Omar, sobrino de María, a quien acabo de conocer me ofreció enviarme una fotografía de ella y lo hizo de inmediato, llenándome de felicidad al contemplarla. Mi María, con su belleza, que refleja la pureza de su alma y a cuya vista late nuevamente mi corazón al recuerdo del viejo amor. Un mundo de sensaciones bellas con tan solo ver su imagen, tantos lugares recorridos a su lado, toda una época de mi vida en una sola foto.
Pero la felicidad es efímera, la comunicación continúa y me comenta: Murió hace 4 años… No puedo seguir… Lo he perdido todo.

Esto lo esceibí hace muy poco, la vida continúa. Es el karma que me hace pagar esta deuda de amor con ella.