EL TALLER DE TUTHMOSIS
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La cabeza policroma de Nefertiti es una obra intemporal, puesto que es la obra de un hombre, de un artista no condicionado: Tuthmosis.

Es la pieza magistral del individuo libre, donde el autor expresa esa propiedad individual del autocriterio, en materia de arte plástico, que produjo la revolución atoniana. Y se manifiesta allí en primer lugar, con toda su frescura y encanto dentro de la obra del escultor Tuthmosis.

La segunda peculiaridad que otorga a este artista atoniano un lugar propio, es el de haberse hallado su taller completo ...¡Intacto!... en plena actividad. Tal cual él y sus discípulos lo abandonaron un día determinado, por su voluntad o por la fuerza.

Pues el taller de Tuthmosis apareció ante los ojos del excavador alemán como si aún el maestro estuviese allí, en plena labor. Piezas inconclusas. Moldes sin vaciar. Bocetos iniciados. Trabajos para continuar. Dibujos sobre piedra para tallar. Obras. Piezas concluidas de colección... como la cabeza de Nefertiti.

Sólo la ausencia de sus ocupantes testificaba que en aquel lugar hacía tres milenios que nadie transponía sus umbrales.

¿Cuál es el misterio que envuelve a este taller de Tuthmosis? Si los enemigos de Akhenatón hubiesen irrumpido de golpe para aprisionar a quienes trabajaban allí, la destrucción de los trabajos habría sido un hecho inevitable. Y si ellos lo abandonaron voluntariamente, no hubieran olvidado al partir, aquel tesoro de maravillas escultóricas... como la cabeza de Nefertiti, emblema hoy para todos, de Egipto. Obra de arte que no alcanzó a salir de ese lugar, ni tan siquiera para ser colocada a la vista de todos los jóvenes atonianos.

Tal vez una última explicación sea que ante una imprevista voz de alarma, ellos se alejaron del lugar corriendo en un instante dado, pero pensando en regresar muy pronto. Hecho que no llegó a producirse. De alguna forma extraña partieron de inmediato, sin hacer sus valijas. No retornaron. Todo quedó allí intacto. Y los modernos arqueólogos al violentar aquel recinto sagrado de creatividad y arte, trajeron a Tuthmosis nuevamente hacia la vida, para darle el sitial merecido de los grandes creadores.

Todos los artistas de la historia han tenido un escenario particular y la revolución de Akhenatón, como puede ser la de un poeta, era un momento óptimo para la innovación en el arte. La creatividad atoniana responde a su proceso social donde se proponía una nueva cultura.

Allí se establece en el concepto estético un contraste profundo con la tradición monumental egipcia. Aparece el “naturalismo” y se abandona el formalismo. Comienza el estudio humano de los personajes, con la penetración psicológica de cada individuo, donde Tuthmosis es el vocero.

Frente a la frialdad de las obras anteriores del tradicional Egipto, en contraste también con las obras impersonales de los cretenses (radicados en masa en el Nilo) y la inmovilidad escultórica babilónica, sumérica, cananea y fenicia en general, se crea en el atonianismo un concepto artístico nuevo. Comienza ahora aquí, bajo los rayos solares de Atón, a desarrollarse la estética del estudio humano. Se plasma a la madre naturaleza en toda su realidad, donde el brillo original de este artista atoniano impone su sello propio.

El genio creador necesita libertad, y Tuthmosis hace uso de ella. Su rey, que es uno de sus mejores amigos, puesto que los atonianos por sobre todo eran amigos por ser iguales ante Atón —y de quien este artista es uno de sus “amigos íntimos” a los que invocó Akhenatón al fundar su ciudad— no es para este escultor un Faraón al que debe representar con solemnidad. Por el contrario. Es simplemente un personaje humano. Un modelo vivo al que Tuthmosis representa e interpreta con absoluta libertad.

Con un preciosismo natural Tuthmosis nos ofrece el rostro del rey poeta, dentro de un celo naturalista que refleja su expresión humana, al detalle. Es un artista sutil. Desnuda el alma y Akhenatón está por su intermedio presente ante nosotros, con toda su juventud. Podemos penetrar en su psicología para entrever en esos ojos grandes con forma de almendra del dirigente, profundidad de mirada. En su gesto, firmeza y ternura. En el conjunto de cuerpo entero, austeridad y dulzura. Manifiesta a través de este artista riqueza humana de expresiones, con esa alma abierta que no calló nunca sus sentimientos, ni opiniones. En este juego de valores, Tuthmosis tomó lo más impactante de él y percibimos que el rey revolucionario está callado, posando, pero sigue pensando.

Con esa actitud permanente de meditación, este muchacho revolucionario y faraón exponía a sus compañeros de empresa nuevas propuestas, y lográbanse concretar dentro de ellas distintas posibilidades. Habría de surgir entonces esta creatividad artística distinta. Junto a una motivación analítica sobre el hombre. Estudio escultórico y psicológico que registra sutilezas guardadas, como joyas para el tiempo.

Advertimos también que Akhenatón es más alto que el resto de sus compañeros, en especial junto a Nefertiti, de lo cual se deduce que había heredado aquella condición de su abuela paterna Mutemuia, princesa aria. Es dable pensar que otras condiciones personales también incluían esta herencia. Como su capacidad de acción, de fuerza empresaria, que es propia hoy del pueblo europeo.

En la cabeza policroma de Nefertiti —la más famosa de este taller— hay una sublimación de su belleza. Pero no es la única que él ha hecho de ella. Se destacan otras más naturalistas. Sin embargo en ésta, que es la más difundida por todo el mundo, él hizo una recreación purísima de sus facciones y es necesario comentarla. Ha modelado su rostro casi acariciándolo, y técnicamente por ello demuestra que esta cabeza no fue hecha con ella presente. Es una reelaboración de taller. Tuthmosis no hizo esta trabajo frente a Nefertiti, sino a partir de otro tomado del natural.

Pues la estilización en los artistas creadores, se produce sin el modelo presente. Se logra a partir de un trabajo anterior y varios diseños, donde el artista puede recrear el contenido buscado y es entonces cuando pone su impronta. El momento preciso cuando ambos, modelo y creador, se confunden en uno solo. Esto se llama el “trabajo de taller”. Un efecto reelaborado. Es la obra de arte en sí misma.