Con tu permiso, Jose Antonio, citaré una anécdota muy divertida respecto a Habibullah Khan (1872 – 1919) emir de Afganistán de 1901 a 1919. Durante la Gran Guerra el Imperio Otomano intentó meter a Afaganistán en la guerra del lado de las Potencias Centrales, algo a lo que Habibullah se negó, a pesar de que el sultán otomano era su superior espiritual como cabeza religiosa del Islám. Lo cierto es que no le faltaban motivos. Con Rusia y Gran Bretaña aliadas y tan cerca de sus fronteras no es que eso invitara a las aventuras, precisamente.

Lo cierto es que Alemania intentó atraerse al emir afgano a su bando y envió una misión diplomática a Kabul en septiembre de 1915 que llegó tras no pocos problemas y esquivar al ejército ruso desplegado en el norte del país. Habibullah les escuchó atentamente (¡y tanto!, las negociaciones se prolongaron hasta mayo de 1916) pero, al estilo de Franco en Hendaya en 1940, el emir pidió unas cantidades tales de material para poder unirse a su lado que hicieron tal opción imposible.

Y he aquí la picardía del emir, pues, mientras se mantenían las distendidas conversaciones germano-turco-afganas, Habibullah no se olvidó de tener bien informadas a las autoridades aliadas de todo cuanto sucedia. Su actitud fue tan pro-aliada que mantuvo calmadas a las tribus de la frontera del noroeste -que tanto habían fustigados a las tropas británicas en un pasado no muy lejano- y evitó males mayores, salvo por el ocasional brote rebelde de menor importancia.

Y todo para acabar siendo asesinado por su propio hermano al final de la Gran Guerra.

Cosas veredes...