Te cuento que, cuando niña, exactamente, a la edad de 10 años, en el Instituto Mater, una chica llevó una ouija y nos invitó a jugarla.
En ese entonces, temía de todo porque tenía una educación basada en el miedo, no por mis padres, no, eso sí que no, sino por el instituto y religión. Así que, cuando vi aquel objeto 'maldito', me petrifiqué. Aún, y con todo eso, el morbo se apoderó de mí.
Estaban, ahí, aquellas mocosas jugando, y yo como expectadora y, en unas de esas, que me corto, con no sé qué, y la niña 'promotora', me dice: 'Vacía tu sangre en la tabla.' --'¿Y tu nieve, de qué sabor la quieres? No, no.'-- -respondí-, y me retiré.
Estuve algunos días pensando que, por haber visto cómo se juega y manipulan, ya estaba maldita. Ah, qué tétricos tiempos aquellos.
Ahora sé, que todo eso es una bazofia.
He dicho.