Pues bien, entré a la bóveda, donde en las noches se guarda la imagen, y empecé a fotografiarla. Utilicé cámaras con filtros especiales que sólo dejan pasar radiaciones electromagnéticas de entre 250 y 400 milimicras, que es el espectro del ultravioleta.
... Al analizarlo me di cuenta de que, empalmadas una sobre otra, en el lienzo hay realmente tres pinturas, es decir, que bajo la imagen actual se esconden otras dos.
El científico se inclina sobre la pequeña mesa de centro de la sala, y de una carpeta extrae una fotografía que muestra al reportero. Ahí sólo se alcanza a distinguir la fecha 1556. Y, abajo, dos iniciales: M. A.
Luego explica con orgullo:
Es la firma que encontré estampada en la imagen más antigua. Como ve, data de 1556. Y la firma Marcos Aquino, el pintor de quien ya se decía que había pintado la Guadalupana.
...
— ¿Y cómo es esa primera imagen de la Guadalupana pintada por Aquino?
— Es muy distinta a la actual. La Virgen no usa túnica sobre su cabello. Y, además, sobre su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús desnudo. Pero también le salen los rayos solares tras su espalda, y bajo sus pies está la media luna sostenida por un angelito. Es una
Inmaculada Concepción.
— Esa Virgen del coro es de 1498. Está hecha en un altorrelieve en madera. Yo viajé a Extremadura para comprobarlo, explica.
—¿Cómo supo que Marcos Aquino copió esa Virgen de Extremadura y no otra?
— Bueno, hice un estudio iconográfico de varias imágenes semejantes a la Guadalupana. Pero, además, encontré documentos del siglo XVI que hablan sobre las similitudes entre las dos vírgenes. Claro, era cuando en México se exhibía la Guadalupana de Aquino, cuando aún no se la cubría con la segunda Virgen.
La segunda Virgen
Garza-Valdés explica que la Guadalupana pintada por Aquino fue posteriormente cubierta con una capa de pintura blanca, sobre la que se plasmó la segunda Virgen.
Y aporta algunos detalles sobre ésta: Tiene un rostro más indígena que la actual. Es de características más bizantinas. Y está desplazada 15 centímetros hacia la derecha de la Guadalupana que conocemos ahora. Por lo demás, ambas tienen una postura muy semejante.
El científico vuelve a tomar su carpeta con fotografías. Saca una en la que aparece el rostro de esta segunda Virgen, muy nítido. Efectivamente, sus rasgos son más indígenas y tiene los ojos más abiertos que la Guadalupana actual.
—¿Por qué salió tan clara la fotografía de esta segunda Virgen?
—Porque, a diferencia de la primera, los pigmentos que se usaron en esta pintura tienen una gran emisión de ultravioleta. Y el filtro que usé sólo deja pasar estas emisiones.
—¿Cuándo se pintó esta imagen y quién es su autor?
—Mire, en el Archivo General de la Nación me encontré con un documento, de 1625, en el que se testifica que se le pagó al artista Juan de Arrue por haber pintado la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Pero aquí surge una incógnita: ¿Se le pagó por haber pintado la imagen de la segunda Virgen, o por pintar la imagen de la Guadalupana actual? No se sabe. Una de las dos imágenes es, pues, de Juan de Arrue y fue pintada en 1625. Eso es lo único cierto. También puedo asegurar que ambas imágenes son de ese siglo.
...
—¿A la segunda imagen también se le cubrió con una capa de pintura blanca para después hacer la tercera?
—Efectivamente, así fue. Se le puso su aparejo. Y esto ya lo dice el maestro José Sol Rosales en su análisis. Al igual que él, yo también comprobé que
el lienzo es de cáñamo, y no de ixtle, como anteriormente se creía. Al material se le llamaba cañamazo de España, y con él se hacían, en el siglo XVI, las velas de los bergantines.
—Sin embargo, Sol Rosales solamente detectó una imagen de la Guadalupana. No encontró las otras dos que usted dice que están debajo.
—Él no podía detectar otra Virgen más que la tercera. No pudo ver las otras dos porque no tenía los filtros adecuados, que apenas acaban de salir. No tenía filtros ni para infrarrojo ni para ultravioleta. Él lo que utilizó fue luz ultravioleta.
—El lienzo del Tepeyac mide 1.72 metros de altura. ¿No es muy largo como para ser la tilma de Juan Diego?
—De ser cierto eso de la tilma, Juan Diego hubiera sido un verdadero atlante de Tula, altísimo. Pero realmente Juan Diego no existió. Lo prueban las tres Vírgenes pintadas que encontré. Para qué insistir entonces en ese asunto.
...
—¿Y cuándo continuará usted el análisis del lienzo del Tepeyac?
—El cardenal Rivera Carrera me indicó que, por lo pronto, no quiere que yo realice nuevos estudios. Me pidió continuarlos después de la canonización de Juan Diego.