En la Plaza de Armas dijeron que hace muchos años no ven una reproducción del pequeño. "Pero ese señor de polera roja es muy rápido y, si necesitas uno, te lo puede hacer", advirtió un artista. Podía ser una opción buena al no encontrar un poster o lo que fuera de esa época.

Efectivamente, el personaje de polera roja se intereso en pintar por encargo. Eso hasta que vio la figura extraída de internet. "Ah no, yo te pinto cualquier cosa que quieras, menos eso. Tengo una historia muy desagradable", dice, y no quiere ahondar en el tema. Entrego datos de otro lugar. Lo mismo hicieron en ese destino. Era necesario seguir buscando.

En el Chile de los 80 se decía que un periodista y un famoso conductor habrían muerto de sida; que otro animador había sido intervenido en una clínica para extraerle un preservativo desde el trasero y que en un programa infantil se maltrataba a los niños durante los comerciales. Esos eran los mitos populares "faranduleros" por llamarlos de alguna manera, pero había otros ligados a tragedias. Como el caso de Miguel Angel, el niño "elegido" de Villa Alemana, quien dijo que la Virgen de ese lugar había pronosticado una catástrofe nacional y que el pez protegería los hogares. Muchas personas compraron el pez (ictus), pero luego el asunto se empezó a enredar y Miguel Angel confeso años después que el era una mujer. O sea, Karole.

Del cometa Halley (sobre el que se escribió, pero que finalmente muy pocos vieron con claridad) se decía que iba a chocar con la Tierra... y así. En este contexto, surgió el mito del Niño que Llora.

Pero como nace un mito? Es una tarea difícil o quizás imposible de rastrear. Por algo son mitos, claro. Según la leyenda, este cuadro nació en España -curiosamente en los Años 50, en la era de Franco- y se habría extendido a otros países como Turquia, Argentina y Chile. Pero sobre el supuesto autor se sabe muy poco. Sitios en internet (hay foros y blogs que hablan del tema) señalan que lo habría pintado el sevillano Bruno Amadio, alias Bragolin, pero no aparecen elementos biográficos de tal autor. Solo datos que alimentan la leyenda: Bragolin habría pintado a este rubiecito en un orfanato. Poco después que el pequeño poso para el pintor, el orfanato se habría incendiado. El espíritu del huérfano, entonces habría quedado atrapado, y ahí partiría la maldición. El supuesto Bragolin habría pintado otros 27 cuadros de niños llorando. De hecho, en Chile también se vendió una versión femenina, aunque en menor cantidad: La Niña que Llora.

El curador de arte Ernesto Muñoz duda de la existencia de este pintor y cree que "pudo ser una empresa publicitaria" la creadora del cuadro. Ademas, Muñoz recuerda que este fenómeno de comprar por montones un cuadro o poster pertenece a la masificación del arte, cosa que ocurre en todas las épocas y donde juegan elementos extras a la creación. "A fines del siglo pasado casi todo el mundo tenia en sus casas La Zamacueca (del pintor chileno Manuel Antonio Caro), y en los ´70 los cuadros de Hamilton se colgaron con la misma rapidez que se fueron", dice restando importancia al mito del Niño que Llora. Un dato interesante: en el Centro Cultural de España no conocen a Bragolin.

La profesora de artes plásticas Paula Valdes Bowen acepto hacer un análisis artístico del cuadro: "Este retrato pertenece al estilo realista y, como dice la palabra, muestra la realidad emocional de un niño. Esta envuelto en una penumbra de claros y oscuros, lo que le da un carácter dramático. Las creencias que les otorga el sentimiento popular, tienen que ver con el encuentro del espectador frente a la obra. Es decir, con como se comunica la obra en la experiencia del que la ve. Dicho de otra forma, el espectador puede ver la pena, la inocencia, el abandono y otras emociones que le transmite el niño. Pero también puede verlo como belleza, delicadeza, elegancia". Bowen señala que el sentimiento popular se transmite a las personas desde un líder de una comunidad que ensalza y da un valor trascendente a la obra. El pueblo que la observa, según afirma, vera lo que su líder le otorgo como valor. "De ahí nacieron los iconos de diferentes religiones en la historia".

Pero el niño no aparece. Caminando de tienda en tienda, por la calle Sazie, por la feria Santa Lucia, por un caracol en estación Central y cerca de la Casa Colorada, se recogieron historias: dicen que en los ´80 un señor "bueno pa tomar" lo pintaba por $ 5.000 en un par de horas y luego se emborrachaba con la plata, pero que nunca lo volvieron a ver.

Finalmente, estaba la pista crucial. Patricio Sanchez, el ideologo de las fiestas kitsch, lo atesoraba en un rincón junto a una antigua bebida cola Free y a unas muñecas ochenteras. "En Puente Alto, en la casa de unos tíos donde yo viví hasta los 5 años tenían el poster. Como todo el mundo, yo escuche la historia, pero nunca tuve miedo. No soy supersticioso. Hace unos cuatro años mande a hacer una copia del cuadro de mis tíos y la enmarque. Esa es la que tengo. Y me ha ido muy bien. Mis tíos lo siguen teniendo también. Pero hay gente que repele la imagen y me preguntan por que la tengo. Si piensas en regalarlo, mucha gente te lo devolvería. Yo siento que hubo una discriminación injusta con este cuadro. Finalmente, es como si la gente lo hiciera llorar", dice Sanchez. Este productor cuenta que en aquella época decían que no importaba donde el espectador se ubicara, que los ojos del Niño siempre estaban mirando. Pero el dice que eso sucede con cualquier cuadro. El próximo año, Sanchez ocupara la imagen del pequeño en sus campañas publicitarias ligadas al mundo kitsch. Como para hacerle "justicia" de una vez por todas al ni?±o de las lagrimas inquietantes.