Aprendí a admirarle a sorprenderme de sus silencios…
A escucharle con los ojos cerrados, me asombre de sus pensamientos, de su inteligencia y sensibilidad
no le obligue a ofrecer fidelidad.
Me comprometí a estar para escucharle, para percibir el suave perfume
de la entrega para saborear con mis labios su boca y su piel.
Firme con mi sangre un pacto un utópico contrato donde no le vendería ni trampas
ni juegos ni quimeras
Almacene las milenarias mentiras junto a las promesas incumplidas.
Aunque muchos pasaron bajos nuestros puentes nadie igualo la complejidad del ser y la simpleza del alma.