Se escribe en la soledad y en el llanto
y en ella se descubren heridas,
que aunque antiguas y endurecidas,
aún son capaces de supurar dolor.
Se escribe cuando la mano tiembla
y cuando los árboles caen muertos,
se escribe cuando la cabeza explota
manchando las hojas de lágrimas carmesí.
La tinta y la hoja
son armas que queman la mano,
son puertas que abren senderos
por donde deslizarse al infierno.
¡Oh Satanás, ángel triste y benevolente!,
clava tu daga ardiente
y revienta de cuatro estocadas
a lo que me queda de humanidad.
Se tumba, se hogar, se refugio,
donde pueda ocultar mi rostro
y no me halle nunca aquella tortura
que equivocadamente llamamos vida.

Parzival.