De a poquito, todo se va inflamando de esa cosa que llaman el "espíritu navideño". Sentado en la piedra habitual mirando el medio de la tierra, me pongo a pensar un poco en esto. Y me queda no mucho, lo que sigue.
Cierto es que "las fiestas" como se las llama en mi país -navidad, año nuevo, reyes-, están desvirtuadas en su contenido0 por el mercantilismo de tantos y el consumismo de muchos. Ocasiones para atarse soberbias borracheras, atar algún amor con promesas más o menos vacías, hartarse de comidas diversas -en muchísimos casos ni tanta ni tantas-, cotillear familiarmente sobre el vestido de la cuñada o el esplendoroso par de tetas de la novia del sobrino, etc., etc. Y luego, vuelta a empezar.
Sin embargo, y pese a ser todo esto y mucho más rigurosamente cierto, no lo es menos que en muchos se reaviva la esperanza. La de mantenerse, la de crecer, la de salir del pozo, la de asomar la cabeza y que no se la vuelen de un disparo.
Seguramente muchos puros de análisis -y tantas veces impuros de acción- asignarán esos buenos deseos al pensamiento mágico de los tontos. Los tontos como yo, se los asignan a la esperanza. Y más tonto aún, le doy un papel significativo a la voluntad, porque creo que la voluntad es un poder real. Creo que dentro de cada uno, conciente o inconcientemente, luchan una parte buena y una parte mala. Y allí, y cuando se hace conciente, la voluntad cuenta mucho.
Como soy parte de los tontos que tienen el convencimiento de que la alegría es posible, que voy a hacer, también engordo la esperanza en ella, apelando a la voluntad por lo bueno.
Quizá por eso no creo en la unión de todos por el bien, porque sé que el mal existe y es muy poderosos y triunfa muy a menudo aunque se disfrace de cordero. Así, no son estas, fiestas, para mío, de reconciliaciones: el que esta en un lado, está en un lado, y al del otro lo enfrenta. El que tiene la esperanza de la alegría no tiene una carajo que ver con aquel al que le importa un carajo la alegría del otro: solo la propia.
En fin, que quería solamente poner aquí, y muy especvialmente para los que se sostienen de ese lado de la buena voluntad, que no es malo -aún con mercantilismo, consumismo y tutti quanti-, en estas fiestas celebrar la esperanza y renovarla.
Anoche, como la tele me aburría, apelé a un librito de Nazim Hikmet que siempre anda cerca mío, y leía allí: "esperar, no cansarse de esperar la alegría...". Y pensé que escribía esto un tipo con 17 años de cárcel a la espalda. Le escribía a su compañera, que lloraba su prisión. Y decía, creo que con igual esperanza:
Es mucho peor
llevar dentro de uno la prisión.
Cuantos hombres sin saberlo
sufren esta situación.
Cuantos hombres justos,
laboriosos, buenos,
dignos de quererse
como yo te quiero.

Y chau