Yo vivo en una gran ciudad y no es lo mismo que si vives en una ciudad pequeña o en un pueblo, a salvo de la contaminación y de las aglomeraciones, realmente agobiantes. Me entenderán bien si viven en ciudades grandes como Buenos Aires, Sao Paulo, Ciudad de México, Caracas, Madrid, Barcelona, París, Londres, Dublín, Dusseldorf... Y si no es su caso, no estaría de más que leyera esto para hacerse una idea de lo que es el estrés. Primero, desayunar. Y no tranquilamente, sino con diez escasos minutos para calentarme un vaso de leche y bebérmela con cereales integrales, y nada más. Luego, asearme. Sólo me da tiempo a ducharme, cepillarme los dientes y a pasarme el peine. Por último, salir con todas mis cosas hacia el puesto de trabajo como una nave espacial, ¡imagínense! Cuando acabo la jornada, al llegar a casa me pongo a adelantar cosas del trabajo, sino, ¿cómo acabaría todo? Me gusta la organización... Y al final del día, sólo tengo un cuarto de hora para relajarme, porque luego tengo que cenar, ver la televisión (dan un programa nocturno que a mí me encanta y no me lo pierdo nunca) y acostarme. ¿No es realmente antihumano? Si la sociedad no impusiera un ritmo tan acelerado, yo y muchas personas no tendríamos ningún problema. ¿Es que somos robots o qué? Somos SERES HUMANOS, ¡por favor! Ni que hubiéramos sido creados en un laboratorio de robótica para cumplir determinadas funciones. Sí, es cierto que tenemos que trabajar y ser organizados y todo eso, pero ¿no acabaremos muy mal de tener estrés todo el día? Y cuando ya lleguemos al límite (que ojalá no) podremos tener ansiedad, hipertensión o lo que sea.