En el mundo en el que vivimos se da el indudable hecho del sufrimiento. Cada segundo, les pasan cosas terribles a buenas personas o, como mínimo, a personas que no se merecían de ningún modo que esas cosas les ocurrieran ¿Cómo un Dios infinitamente bueno y poderoso permite eso? Epicuro expone todas las posibles respuestas:

Si Dios quiso eliminar el mal y no pudo. Entonces tenemos un Dios que puede ser infinitamente bueno pero que no es omnipotente. No tiene poder para que, en su creación, el mal no ocurra.
Si Dios pudo eliminar el mal y no quiso. Entonces tenemos un Dios omnipotente pero malvado.
Si Dios ni pudo ni quiso. Tenemos un Dios débil y malvado… ¡Uffff! ¡Cambia de religión ya!
Si Dios quiso y pudo. Opción desechable a priori ya que hemos partido de la premisa de que el mal existe, por lo que Dios, como mínimo, no pudo eliminarlo.

Entonces, podemos establecer la conclusión que, dado el mal en el mundo, Dios*no puede ser a la vez bondadoso y omnipotente, lo que o nos deja un dios malvado o uno débil, resultado que no concuerda demasiado con las concepciones religiosas tradicionales.

De existir algún dios, más valdría qué no le importemos