Tifón;
divinidad relacionada con los huracanes. Fue el último hijo de Gea, esta vez con Tártaro, el cavernoso vacío inferior:
"Pero cuando Zeus había expulsado a los Titanes del cielo,
la enorme Tierra tuvo a su hijo menor Tifeo del amor de
Tártaro, con la ayuda de la dorada Afrodita"
Tifón intentó destruir a Zeus por haber derrotado a los Titanes. Inicialmente, Tifón dominó a Zeus y arrancó sus tendones, pero estos fueron recuperados por Hermes y devueltos al cuerpo de su dueño; tras ello, Zeus procedió a luchar con Tifón una vez más hasta derrotarle. Vencido, Tifón fue confinado bajo el monte Etna.

Según las descripciones, Tifón era un colosal y espeluznante monstruo alado su estatura era tal que podía alcanzar las estrellas. Poseía cabezas de dragón por dedos y un gran número de serpientes se hallaba repartido entre sus muslos, con incluso más serpientes formando sus piernas a partir de estos. Tifón podía abrasar todo lo que se le opusiese con su ígnea mirada, así como vomitar fuego y lava de su boca, crear huracanes y terremotos con el movimiento de sus alas.
(Véase la Teogonía de Hesiodo, o Wikipedia, o el himno homérico a Apolo | prefiero Hesiodo antes que Homero)

Pero, el asunto no se queda en la antigüedad, pues luego tenemos la Orden Tifoniana.
H.P. Lovecraft y los Mitos de Cthulhu son verdaderos referentes del relato de terror, pero también de una rama menos popular de la ficción: el ocultismo.

En efecto, existe una corriente que no solo encuentra magníficas piezas de ficción en los relatos de H.P. Lovecraft, sino más bien una serie de signos, de señales, de mensajes codificados emitidos por seres interdimensionales, que el maestro de Providence captó de algún modo y tradujo en ficciones acabadas.

Esa corriente se agrupa en la denominada Orden Tifoniana.

La Orden Tifoniana (Typhonian Order), previamente conocida como Orden de los Templarios Orientales Tifonianos (Typhonian Ordo Templi Orientis), es una corriente esotérica basada en lo que sus adeptos denominan Magia Tifoniana. La Orden fue fundada por Kenneth Grant como derivado de la Ordo Templi Orientis poco después de la expulsión de Aleister Crowley en 1947.

La Orden Tifoniana considera que es posible invocar a los Antiguos, quienes serían en realidad entidades extraterrestres y extradimensionales de naturaleza biológicas, y cuya agenda está más allá de la comprensión humana.

En este sentido, la Orden Tifoniana está fuertemente influenciada por la concepción las criaturas de los Mitos de Cthulhu y, en esencia, por todo el Multiverso de Lovecraft.

Algunos miembros de la Orden Tifoniana aseguran que existió algún tipo de conexión entre Aleister Crowley y H.P. Lovecraft. Mientras éste último interpretó sus visiones y ensoñaciones como parte del proceso creativo, y las volcó en piezas de ficción, Aleister Crowley les asignó un carácter real.

De este modo, las ensoñaciones de Lovecraft le permitieron crear a Cthulhu, Nyarlathotep, Yog-Sothoth, y muchos otros seres interdimensionales dentro de la ficción, mientras que Aleister Crowley forjó a Aiwass y otras entidades cósmicas, que él consideraba completamente reales, a partir de visiones relativamente similares.

Según la Orden Tifoniana, H.P. Lovecraft fue influenciado psíquica y emocionalmente por entidades extradimensionales, y sus cuentos reflejan de algún modo lo que su imaginación logró capturar sobre esa canalización. El problema, en todo caso, es que Lovecraft era ateo, con lo cual habría convertido esas «comunicaciones» en ficción, un error que, de acuerdo a la Orden Tifoniana, lo habría llevado a sufrir una muerte prematura.

La Orden Tifoniana considera que las pesadillas de H.P. Lovecraft son la traducción de un lenguaje y una historia anteriores a la humanidad, incluso a nuestro sistema solar, y que los Mitos de Cthulhu, y esencialmente su acercamiento al Horror Cósmico, son un intento de llevar al plano mental un universo mucho más complejo de lo que pensamos.

Es difícil imaginar cuál sería la opinión de Lovecraft sobre este asunto. Probablemente no le daría mayor importancia, pero tampoco subestimaría el poder de la imaginación, y sobre todo el de los sueños, para canalizar los secretos más oscuros del universo.