¡Ay de aquél que se siente seguro, y que ve a los demás perdidos!
Porque vendrán los vientos, y echarán abajo la torre, y pondrán al descubierto que su fundamento era el ego.
Y aquel que perdido se hunde en el mar encontrará, como Pedro sobre las aguas del Tiberíades, la mano salvadora del Maestro.