La Biblia asegura que el Dios todopoderoso
les responde a sus siervos fieles,
pero también explica las razones
por las que no escucha todas las oraciones.

Por ejemplo, en una época en la que abundaba la violencia
en la antigua nación de Israel, Dios le ordenó al profeta Isaías
que dijera a los israelitas:

“Aunque hagan muchas oraciones,
no escucho;
sus mismas manos se han llenado de [...] sangre” (Isaías 1:15).

Como se ve,
quienes desprecian las leyes de Dios
o le oran por motivos inapropiados
no*deben esperar que él los escuche (Proverbios 28:9; Santiago 4:3).