“AHORA BIEN,
CUANDO TODO EL PUEBLO SE BAUTIZÓ,
JESÚS TAMBIÉN FUE BAUTIZADO Y, MIENTRAS ORABA,
EL CIELO SE ABRIÓ Y EL ESPÍRITU SANTO
BAJÓ SOBRE ÉL EN FORMA CORPORAL COMO UNA PALOMA,
Y SALIÓ UNA VOZ DEL CIELO:
‘TÚ ERES MI HIJO, EL AMADO; YO TE HE APROBADO’.” (Lucas 3:21, 22.)


Las diversas actuaciones del espíritu santo

Jehová se valió del espíritu santo para crear todas las cosas,
tanto las animadas como las inanimadas (Salmo 33:6).
También lo utilizó para destruir a una generación
violenta e impenitente mediante un diluvio (Génesis 6:1-22).
Dios usó esta misma fuerza activa para transferir
la vida preciosa de su Hijo
al vientre de una virgen judía llamada María (Lucas 1:35).

En ocasiones, el espíritu infundió vigor a hombres
para que hablaran la verdad con intrepidez ante los enemigos,
muchas veces arriesgando su vida (Miqueas 3:8).
Además, hay muchos ejemplos bíblicos,
especialmente con relación a las profecías,
de hombres y mujeres que recibieron perspicacia
o entendimiento especiales gracias a esta fuerza.
Dado que ningún ser humano
puede predecir el futuro con exactitud,
esta es una sobresaliente actuación del espíritu (2 Pedro 1:20, 21).

El espíritu también puede dar poderes milagrosos a las personas.
Por ejemplo, mediante esta fuerza,
Jesús logró controlar los elementos de la naturaleza,
curar enfermedades y hasta levantar a los muertos
(Lucas 4:18-21; 8:22-26, 49-56; 9:11).

El espíritu desempeñó un papel importante
en organizar y fortalecer a los primeros cristianos
para que sirvieran de testigos de Dios en toda la Tierra
(Hechos 1:8; 2:1-47; Romanos 15:18, 19; 1 Corintios 12:4-11).