Kimo no entiende que los de la propia casa que se pondrían en contra de los que quieren ser fieles al Evangelio son los que no aman los mandamientos que Jesús enseñó cuando predicó el Evangelio, que son los mandamientos que realmente fueron dados por Dios desde siempre y para siempre.
Esto no le entra aquí en la cabeza a Kimo, pues él cree que todo lo escrito en el Antiguo Testamento fue mandado por Dios, cuando la realidad es que en el Antiguo Testamento hay muchos mandatos que faltaban a la misericordia y que solo son mandatos de hombres.