Hay críticos que señalan que las narraciones de los evangelios no son más que mitos, leyendas.

Pero lo cierto es que el periodo entre los hechos de los evangelios y sus registros no es lo suficientemente largo como para que permitiera los cambios desde el acontecimiento hasta el mito sostenido por esos críticos.

La formación del mito entre los pueblos antiguos lleva muchas generaciones, es un proceso gradual que se esparce através de los siglos. Sin embargo las historias de los evangelios se produjeron y recogieron en poco más de una generación.

Además en la cultura judía era importante que las verdaderas palabras de un maestro se preservaran y pasaran al pie de la letra. Era costumbre para un discípulo judío memorizar las enseñanzas del rabí. Resulta imposible que en semejante cultura se hubiera desarrollado en tan poco tiempo una tradición de leyendas que no se ajustara a los hechos verdaderos.

Un perído de 20 a 50 años es demasiado corto para permitir cualquier apreciable corrupción del contenido esencial e incluso de la redacción concreta de los dichos de Jesús.