La sumatoria de las cabezas de pescado que se pronuncian para pretender que lo que predica uno es La Verdad, mientras que lo del otro es falso.

Qué mejor demostración de que ninguno de los dos sabe de qué habla, y si lo sabe, resulta un maestro para esconder la presunta sabiduría.

Y, mientras tanto Jesús sigue provocando los sismos al revolcarse horrorizado en su tumba.