El Reino de Dios: ¿se lleva en el corazón?

Jesus les dijo a los fariseos

(Lucas 17:21)
ni dirán: ‘¡Miren acá!’, o, ‘¡Allá!’.
Porque, ¡miren!, el reino de Dios está en medio de ustedes”.


PARA Jesús, el Reino era un tema de mucha importancia.
La mayor parte de su breve ministerio en la Tierra consistió en ir de ciudad en ciudad predicando las buenas nuevas del reino.

(Mateo 4:23)
Y recorría toda Galilea,
enseñando en sus sinagogas
y predicando las buenas nuevas del reino.

Y sus enseñanzas y sus milagros demostraron que el Reino implicaba mucho más que aceptar a Dios en el corazón y obedecerle. En realidad, el Reino de Dios es un gobierno que juzgará al mundo con justicia y traerá bendiciones eternas.

Unos días antes de que Jesús muriera, la madre de Santiago y Juan —dos de sus discípulos más queridos— le pidió: “Di la palabra para que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y uno a tu izquierda, en tu reino” (Mateo 20:21). Si*ella hubiera pensado que el Reino solo existía en el corazón de sus hijos, su petición no*habría tenido sentido. Pero sabía que el Reino sería un gobierno dirigido por Cristo, y quería que sus hijos formaran parte de él. De*hecho, Jesús sí les prometió a sus once apóstoles fieles que estarían en su Reino y se sentarían en “tronos” para juzgar a la humanidad (Lucas 22:30). Por tanto, para los discípulos de Cristo, el Reino era un gobierno, un sistema administrativo.

Pero ¿no dijo Jesús: “El reino de Dios está dentro de ustedes”? Así es como se traducen sus palabras en la Biblia Americana San Jerónimo, por ejemplo. Sin embargo, en otras versiones leemos “el reino de Dios está en medio de ustedes”, y también “entre ustedes” (Lucas 17:21; Nueva Biblia de los Hispanos, Nueva Versión Internacional). Entonces, ¿quiso decir Jesús que el Reino está en el interior de las personas? ¿O*se refería a otra cosa?

El contexto de este pasaje nos ayuda a aclararlo. Como muestra el versículo 20, Jesús les dirigió esas palabras a los fariseos, una secta judía que no simpatizaba con Jesús. Ellos tenían su propia opinión sobre la llegada del Mesías y su Reino. Pensaban que el predicho Salvador vendría “con las nubes de los cielos”, o sea, con toda su gloria, para liberar a los judíos de los romanos y restaurar el reino de Israel (Daniel 7:13,14). Pero Jesús les mostró que sus expectativas no tenían ningún fundamento. “El reino de Dios no viene de modo que sea llamativamente observable”, señaló. Y concluyó diciendo: “El reino de Dios está en medio de ustedes” (Lucas 17:20,*21).

Pese a que las enseñanzas y los milagros de Jesús ya habían demostrado a todas luces que él era el prometido Rey del Reino, los fariseos —que tenían un corazón duro y retorcido— jamás creyeron en él. Al contrario, le opusieron mayor resistencia y no quisieron dar crédito a las pruebas. Así que Jesús les dijo sin rodeos que el Reino —representado por su futuro Rey— estaba allí, en medio de ellos. Estando él y sus discípulos de pie junto a los fariseos, pudo decirles: “El Reino de Dios está ya a vuestro lado mismo” (Lucas 17:21, El Nuevo Testamento original). Está claro, por tanto, que no les estaba pidiendo que buscaran el Reino en sus corazones.