Como resultado de que unos 3.000 judíos y prosélitos llegaran a formar parte de la congregación cristiana el día del Pentecostés, así como del continuo incremento en el número de creyentes de entonces en adelante, surgió entre los cristianos una situación excepcional, que exigía poner temporalmente los recursos económicos en un fondo común.

Esta medida tenía la finalidad de ayudar a los que habían acudido a la fiesta desde tierras distantes, de forma que pudiesen quedarse más tiempo del previsto a fin de profundizar en su nueva fe. Por lo tanto, los que tenían posesiones las vendían y entregaban el producto de la venta a los apóstoles para que se distribuyera entre los que estaban en necesidad. “Todos los que se hacían creyentes estaban juntos, teniendo todas las cosas en común.” Ahora bien, estas medidas eran totalmente voluntarias, como se ve por la pregunta de Pedro a Ananías: “Mientras permanecía contigo, ¿no*permanecía tuyo?, y después que fue vendido, ¿no*continuaba bajo tu control?”. (Hch 2:41-47; 4:4, 34,*35; 5:4.)